Un buen miura, pero a la hora de la merienda
Corrida más incómoda que ofensiva, y un cuarto escobero, bien manejado por Padilla pero en ambiente de sorda indiferencia
PAMPLONA. Actualizado: GuardarEl primero de Miura estuvo a punto de saltar la barrera antes de ser picado. Se encaramó, tomó impulso y casi. Era el de más volumen: 700 kilos. Astillado de un pitón. No fue mal toro, pero sangró más de la cuenta en el caballo y por sangrarse devino toro tardo. La seña de identidad del toro de Miura es la prontitud. Éste fue la excepción. Cuando se decidió a tomar engaño, se lanzó. En el segundo par de banderillas, Padilla tuvo que hacer magia para salir intacto. Fue asomar Padilla y empezar a rugir 'Illa, illa, illa, Padilla maravilla'.
No hay dos Padillas. Sobrado e imaginativo con el capote para fijar de salida al toro y bajarle las manos, y rematar con media poderosa, para gallear en un quite por las afueras antes de la primera vara y hasta para quitar por navarras en lo que quiso ser un guiño que no se entendió. Apretó el toro en banderillas, pero Padilla jugó con soltura. Un Iñaqui Martínez corredor del encierro y ya viejo amigo de Padilla tuvo el rasgo de regalarle en la víspera un capote de paseo con la imagen de San Fermín bordada. Padilla lo estrenó y lo dejó en la barrera donde estaban Martínez y la dama que había discurrido el diseño del capote. A ellos fue el brindis del toro, que apoyó mal, claudicó algo, tuvo claros pero pesados viajes, tardeó cada vez más y terminó sin equilibrio. Un metisaca y una estocada.
El cuarto, un Escobero de ilustre reata, de 540 kilos, sin carnes pero muy bien rematado, fue el mejor. Pero fue el cuarto, y aunque Padilla brindó a su incondicional público, la gente prestó atención mínima. Pronto, el toro atacó y repitió en los medios, y lo que Padilla calculó que sería un tanteo, vinieron a seis nueve muletazos encadenados. Una tanda ajustada con la diestra pero no templada; tímidos intentos con la izquierda; un precioso pase de pecho, un trasteíto convencional y una estocada fácil que entró como palillo en manteca. Arrastrado el toro, sacaron a Padilla a saludar.
El segundo miura fue pedregosa papeleta, pues, herido muy trasero en varas, acusó el castigo y cabeceó. Humillaba pero se revolvía en un palmo. Hizo amago de sentarse. Cortos los viajes por las dos manos, por alto y por abajo. Jabatería de Rafaelillo hasta que el toro se plantó. Una estocada tendida, tres descabellos. El quinto, astifino, fue toro de público. Por el aire díscolo. Disposición de Rafaelillo, de rodillas y por arriba, hasta que se puso pegajoso el toro. Por flojo empezó a defenderse el toro, que no dejó a Rafael cruzar con la espada.
Marín toreó con suavidad al tercero, el primer miura de su vida. Muy castigado en dos varas, justo de fuerzas, con muy poca voluntad, el toro pidió la cuenta a la tercera tanda. Los toques de Serafín fueron de torero preciso. Una buena estocada ligeramente desprendida. Con entereza se puso Serafín con el sexto, que no parecía miura. Saltarín, el toro escarbó, se rebotó, no regaló ni un viaje ni medio, sino a escupidas inciertas. Impropia conducta. Serafín se fue por la espada y volvió a matar sin afligirse.