JEREZ Y MICHELÍN
Actualizado: GuardarLlevo varios meses, ¿quien dijo meses?, varios años, pendiente de escribir las presentes líneas. Justo los mismos años que llevo con la mosca tras la oreja intentando conocer las que, al parecer, serían importantísimas relaciones existentes entre mi ciudad y la firma francesa de neumáticos Michelín. Dudas que ignoro si alguien me podrá resolver, pero que son del tenor siguiente: ¿acaso hay en Jerez una factoría de la firma Michelín que emplee a cientos de jerezanos?; ¿acaso se ubican en nuestra ciudad importantes oficinas de la multinacional francesa?; ¿tal vez Jerez acoge el centro neurálgico de distribución de neumático para el sur de Europa y Norte de África?; o, por conformarme con algo, ¿acaso los jerezanos gozamos con algún tipo de descuento especial si calzamos nuestros vehículos con la citada marca?
Dado que la respuesta a todas y cada una de las anteriores cuestiones es negativa, mis dudas se acrecientan en torno a descifrar el motivo por el que una de las principales arterias de acceso a Jerez, está coronada con la emblemática figura del muñeco Michelín.
Partiendo del hecho de que ninguna animadversión me mueve contra dicha empresa, incluso en mi vehículo utilizo sus neumáticos, navego entre dos teorías para dar solución al problema. De un lado, me dicen los malvados de turno que dicha multinacional fue una de las principales patrocinadoras de aquel entuerto denominado «Speed Festival» y, claro, como aquello no salió del todo bien, ni tampoco del todo mal, simplemente no salió, el Ayuntamiento debió tolerar la instalación de dicha figura en un punto emblemático de la ciudad.
La anterior teoría, a la que denominaré malvada, contrasta con la que en su día dio a conocer la propia Michelín mediante nota de prensa, justificando la instalación de su famoso muñeco, llamado «Bibendum», como homenaje a la ciudad de Jerez por su vinculación con el mundo del motor. Decía la compañía que dicha iniciativa, en modo alguno era estrategia publicitaria, sino que pretendía rendir tributo a una ciudad que siempre la había acogido «con cariño» y, también, reiterar su pasión por la competición que tendría lugar al siguiente fin de semana, pues el muñequito de marras se instaló en marzo de 2008, semanas antes de la celebración del mundial de motociclismo.
Como la escultura pasa de todo, menos inadvertida, bueno será indicar que la misma alcanza 9 metros de altura y sujeta en una mano un casco, mientras la otra se alza en señal de victoria. Según dijo Michelín, el casco se eligió como símbolo para representar la necesaria precaución, pues Michelín informó que tras aquel proyecto se desarrollarían nuevas iniciativas con el Ayuntamiento en materia de seguridad vial, las cuales hasta la fecha no me constan que hayan comenzado.
Comprenderán que entre ambas teorías, la malvada y la oficial, este cronista deba inclinarse por la primera. No me creo que nadie homenajee a una ciudad instalándole un pegote publicitario de tal calibre en plena entrada a la misma. Si de verdad Michelin quiere homenajear a Jerez, que compre suelo industrial, monte una factoría y cree empleo, que falta hace, pero lo del muñequito regordete como homenaje, entenderán que no hay por donde cogerlo.
Además, está claro que si de poner publicidad representativa se trata, Jerez debería contar en sus rotondas con la figura del Tío Pepe, la figura del hombre de la capa de Sandeman, la del maletilla que saltaba la valla escapando del toro en aquellas viejas ilustraciones de Domecq e incluso, si me apuran, la abejita, otrora importantísimo símbolo del imperio Rumasa, pero ¿un muñeco Michelín?
Si no terminan de creer lo que les digo hagan la prueba y expliquen a cualquier turista los monumentos modernos que adornan la ciudad. El de Primo de Rivera en la avenida es fácil; el carruaje del Mamelón también; incluso hay explicación para el torito y el caballito oxidado o para los caballitos de colores. Ahora bien ¿cómo explican la presencia de tan oronda figura?
De todos modos, si el Ayuntamiento traga con que aquello es un homenaje al pueblo de Jerez por su cariño, casi me atrevo a pedirles que en otra rotonda me dejen poner una placa de mi despacho profesional. Les juro que será por «puritito» cariño, no crean que es publicidad.