Editorial

Rubalcaba, solo candidato

La renuncia del vicepresidente debe abrir paso a un adelanto de elecciones en otoño

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Alfredo Pérez Rubalcaba no dejó espacio para la polémica al anunciar ayer la retirada de sus cargos en el Gobierno. Hoy será proclamado candidato de su partido y pronunciará el discurso programático que marcará decisivamente su ejecutoria. Ahora habrá de ser el presidente Zapatero quien, previsiblemente el lunes o el martes, pilote el reajuste ministerial que releve al primer vicepresidente, ministro del Interior y portavoz del Ejecutivo. La decisión de Rubalcaba de marchar a cuerpo limpio hasta las elecciones ha sido seguramente el resultado de una reflexión sobre los pros y los contras de su retirada, ya que no era preceptiva ni legal ni políticamente (como ayer mismo recordaba, los presidentes del Gobierno y de comunidades autónomas no dimiten para concurrir a elecciones). A favor de la continuidad estaban una mayor visibilidad y las facilidades de toda índole que proporciona el poder. A favor de la dimisión, argumentos probablemente mucho más sólidos como la privación de un elemento de desgaste en manos de sus adversarios y, sobre todo, una mucho mayor libertad de movimientos, que le permitirá diseñar un programa y un itinerario más adecuado a la realidad de la situación, sin verse condicionado con la tarea del Ejecutivo, que necesariamente debe seguir siendo quirúrgica: la aplicación del ajuste y de las reformas estructurales. Preguntado sobre la anticipación de las elecciones, Rubalcaba ha sido respetuoso con el marco institucional y ha señalado que esta, junto a la designación del gabinete, es la otra gran función del presidente del Gobierno. Sin embargo, la convulsión provocada por el candidato con su marcha parece sugerir que se ha iniciado la recta final de la legislatura. No tiene ningún sentido prolongar la agonía más allá de la aprobación en septiembre de las reformas que se hallan en trámite parlamentario y de la celebración ese mismo mes de la conferencia política que habrá de completar el programa del PSOE. Deberíamos, en definitiva, estar más cerca de unas elecciones en otoño de este año, lo que permitiría quemar etapas en el camino inexorable hacia una completa renovación institucional que aporte nuevas energías a un país exhausto a partes iguales por la crisis y por los errores cometidos en su gestión.