Editorial

Alternancia política

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Desde ayer, el popular José Antonio Monago es presidente de Extremadura, con lo que se ha consumado la primera alternancia política desde la fundación de la comunidad autónoma, hace 28 años. Aunque el PP ganó las elecciones autonómicas en la región, con 32 diputados, el PSOE, que obtuvo 30, hubiera podido formar gobierno si esta hubiera sido la voluntad de Izquierda Unida (IU), que consiguió esta vez tres diputados. Sin embargo, la fracción extremeña de IU, cuyos dirigentes han consultado a las bases, ha preferido no interferir en el equilibrio entre los grandes partidos, y esta inhibición ha dado el poder al PP. El saludable deseo de cambio en la región, después de tantos años de monopolio monocolor, con todas sus consecuencias, ha primado sobre cualquier otra consideración. En Extremadura, la cuestión está zanjada, pero la dirección federal de IU, que prometió impedir los gobiernos del PP allá donde pudiese evitarlos, ha quedado en evidencia ante su electorado. La disyuntiva de Cayo Lara es clara: o sanciona a quienes han desobedecido la consigna o su pérdida de autoridad será irreparable.