
El puño, la piña y la rosa
Aunque los dos sectores socialistas en la provincia han firmado una falsa tregua, aguardan a los resultados autonómicos para vengar viejos agravios El anecdótico episodio de Aído y Suárez retrata la tensión interna del PSOE
CÁDIZ. Actualizado: GuardarCuando Paco González Cabaña salió a tomarse un respiro, ya de madrugada, durante las negociaciones para formar la nueva Ejecutiva Regional, en marzo de 2010, los herederos (traidores, para otros) ya estaban preparados. Parte del grupo de La Janda que aupó al presidente de la Diputación al liderazgo del partido y al sillón de la plaza de España había decidido que le llegaba la hora de pasar a la reserva activa.
Cuando no estaba presente, montaron el croquis. Tú, aquí. Tú, allí. Cabaña se iba a Sevilla, a San Vicente. Bibiana Aído preparaba las maletas de regreso. López Gil se disponía a estrenar sillón en Diputación. Todo en marcha. Hasta que Cabaña volvió a la sala, dijo que no se movía de Cádiz, que ni mijita, y el castillo se cayó. Las astillas que saltaron han herido a todos. Nadie se libró de tragar polvo y sapos en el revuelo del desplome. Mientras un sector enorme de la ciudadanía se aleja del seguimiento de estas cuitas, inservibles a la hora de afrontar los problemas comunes, los socialistas gaditanos siguen incapaces de cerrar aquellas heridas. Ni con cirugía estética lo consiguen. Durante la última reunión del Comité Provincial, se acordó una 'pax romana' que ha durado poco. El varapalo electoral de mayo fue tal, el terremoto interno que supone la pérdida de Diputación agranda tanto las grietas, que unos y otros, pizarristas y griñanistas, clásicos y seminovatos, aparatofílicos y aperturistas, se aferraron a esa sabia frase de San Ignacio de Loyola o Santa Teresa: «En tiempos de tribulación, no hacer mudanza». Los pronunciamientos públicos de algunos críticos se aceptaron a beneficio de inventario. Son previsibles, hasta convenientes, futuras ideas que poner en pie cuando haya que cambiar de equipos en los congresos de 2012. Cabaña se enroca. Quiere acabar en el Congreso y se aferra a Diputación. Por ahora, todos rajan por detrás.
Aído cesa, la ira reaparece
Esa era la idea. Algo parecido a la calma. Todos habían salido escaldados del 22M. Por poner un ejemplo entre muchos, ni Cabaña podía reirse de Pilar Sánchez ni cabría burla a la inversa. Todos tenían por qué callar. Los agravios de marzo de 2010, cuando Cabaña pasó unas horas a mejor vida y volvió, parecían lejanos, minucias, comparados con la ingente tarea de recoger los restos del naufragio de Diputación tras 32 años. Se imponía cierta calma, siquiera como banda sonora de la derrota.
Pero los rencores eran demasiados. González Cabaña no pudo resistir la tentación de volver al inicio de la jugada, a marzo de 2010. Destituyó el pasado lunes a Paco Aído, su exjefe de gabinete, mano derecha incuestionable desde que Radio Futura existía y, en los últimos meses, asesor distanciado. Como en las novelas de Puzo, la respuesta a la supuesta traición llegó un día cualquiera, 14 meses después. Aído estaba entre los que querían apartar a Cabaña y abrir paso a su hija o eso piensa el aún presidente. La violencia política de la respuesta del benalupense, la destitución, es infinita. Una de sus últimas firmas como presidente era utilizada para decretar el cese de alguien que iba a cesar, de todas formas, a los diez días. Se trataba de proclamar a gritos que, dos minutos antes de que se fuera, le echaba.
A partir de ahí, Aído empieza a desfogar 30 años de lealtad mutuamente rota con encontronazos con Cabaña, frases irónicas, SMS y comentarios hirientes de ida y vuelta. La discusión con Fernando Suárez puede ser anecdótica, pero ilustra el nivel de deterioro que la falsa tregua es incapaz de aliviar, el real. Si Aído ha exagerado y denunciado una discusión sin más, mal está la cosa. Si Suárez llegó realmente a las manos, mal está la cosa. El nuevo concejal y secretario de Organización local, Fran González, de 29 años, se vio en el papelón de separar a dos compañeros, de 59 y 78, respectivamente. Pedazo de metáfora.
El acuerdo era esperar a las autonómicas. Si Griñán se estrella, Pizarro, Cabaña, Peralta y todos sus leales sacarían sus cuchillos, que llevarán diez meses afilando, para afeitar a los errados renovadores. Si la debacle no llega, serán Blanco, Irene García, Pilar Sánchez y López Gil, con Bibiana a un océano de distancia ya, los que luzcan colmillo ante los que se resisten a irse.
El reto que tienen todos es controlar las riendas de sus agravios, no volver a dar una piña, durante todo un año. Los ciudadanos, asombrados, no entenderían otra actitud.