Opinion

Cambio de modelo

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La muerte de dos militares en un nuevo atentado en Afganistán vuelve a poner de relieve la extrema peligrosidad de la misión, sin duda la más compleja y difícil a la que se ha enfrentado el Ejército español en el exterior. Ocho días antes, otro atentado de parecidas características causaba heridas a cuatro militares españoles y a un intérprete. El enemigo talibán no posee grandes medios tecnológicos, pero tiene explosivos de sobra para vulnerar el blindaje de los nuevos vehículos Lince y voluntarios que arriesguen su vida para activar físicamente los detonadores y sortear los inhibidores de frecuencia. El atentado de ayer eleva a 96 los muertos españoles y a 35 los heridos en esta misión. Un alto precio para un Ejército que ha dado sobradas pruebas de profesionalidad y de espíritu de sacrificio. El Gobierno español acaba de anunciar el plan de salida de nuestras tropas del país asiático hasta la «retirada completa» de 2014, año en que concluirá la misión de la OTAN. Un repliegue que se va a producir en medio de profundas dudas sobre la eficacia y éxito de la intervención. Finalmente se ha impuesto como mal necesario negociar con los propios talibanes y nada garantiza que una vez sin tropas extranjeras estos se lancen contra el débil Gobierno de Kabul y recuperen el poder. Por fortuna, la tormentosa relación que han mantenido durante la legislatura el Gobierno y el principal partido de la oposición no ha incidido demasiado en el debate sobre las misiones españolas en el exterior, pero el consenso en esta materia es débil y poco consistente, cuando los graves riesgos que corren nuestras tropas deberían obligar a la plena sintonía. A ello ha contribuido en gran parte una gestión del Ejecutivo muy poco afortunada en las retiradas de Irak o de Kosovo y, en general, con unos criterios diplomáticos marcados en demasía por una intencionalidad más propia de la política interna. Tendrían que entender también Gobierno y oposición que, por saludables que sean los disensos, en materia de política exterior debe prevalecer el interés general de España y que para ello la herramienta imprescindible es el consenso. Una continuidad de fondo en la actuación diplomática, al margen de cambios de Ejecutivo, debe ser imprescindible si nuestro país aspira a tener una credibilidad de peso en el ámbito internacional.

El informe publicado ayer por el Banco de Pagos Internacionales de Basilea subraya el papel perturbador que han desempeñado la construcción residencial y el súbito estallido de la burbuja especulativa en el desarrollo español de la crisis. La prestigiosa institución subraya que el gran superávit español de 2007, del orden del 2%, se debió al ladrillo y al sistema financiero, y aconseja a los responsables económicos que no tropiecen dos veces en la misma piedra y dejen a un lado a los sectores en declive para no producir «un efecto de expulsión o desplazamiento de otros más dinámicos». Efectivamente, es el momento de provocar el cambio de patrón de desarrollo mediante actividades de mayor valor añadido y la conquista de mayores niveles de productividad. No hay duda de que la brecha entre ingresos y gastos abierta por la crisis persistirá al ir recuperándose la economía, por lo que se hace necesario una seria revisión de las políticas fiscales. Habría que sopesar con detenimiento las ventajas y eficacia de las subvenciones a industrias en declive y fomentar el apoyo al reciclaje profesional de los trabajadores de sectores como la construcción y el financiero.