Pactos de póker
Actualizado: GuardarEl chiste empieza así: «Esto es Cayo Lara que va a Extremadura en el AVE y le dice a sus correligionarios de IU que de pactar con el Partido Popular, nada de nada».
Sí, sí, es un chiste. Va a venir el señor de las camisas de cuello ibicenco a auditarnos las perras. Ni Extremadura tiene AVE, ni Lara correligionarios, así que Fernández Vara, el único Presidente autonómico con un cierto buen nombre a nivel nacional, sale de su despacho todo a babor. Así se inició la caída al Hades del PSOE, cuando nadie quiso pactar con él, empezando por el electorado que eligió otras playas para tostarse.
Pactar es llevarse bien, fijar un futuro, poner límites y amarrar los instintos y las querencias. Yo pacto, tú pactas, Bildu pacta. Son complicados, los pactos, y, a veces, sujetos a término, plazo, modo o condición. Son pinceladas o brochazos dependiendo de la mano que agarra el pincel (o la brocha). Ya lo decían los juristas: «pacta sunt servanda»; los pactos deben ser respetados (aunque cuando querían obviar un pacto también decían «rebus sic stantibus.»).
Es lo malo de no haber celebrado las elecciones nacionales antes que las locales y autonómicas, todos juntos. El calendario electoral está hecho a la carta y gusto de los señores y los vasallos sólo podemos comulgar (discúlpenme la referencia católica, los laicos) con ruedas de molino de viento de levante, como el que hoy nos asola. Que es tiempo de pactos, tiempo de póker. No cabe duda.
Para valer al póker, como en el boxeo, hay que pincharse paralizante facial en el rostro y saber amagar y golpear. En el póker no se pide elegancia ni dignidad. Si haces trampa y te cogen, te impregnan de tea y plumas y te echan del pueblo. Si no, ganas la partida y quiebras la banca. Pero, si te pillan, amigo tahúr, ya no te dejarán jugar más en el pueblo.
Eso mismo le ha pasado a un político gaditano que quiso faltar a la palabra dada. Intentó hacer lo mismo que pactó notarialmente que no haría basándose en excusas baratas y colectivos sociales. No me junto con ellos, decía.
Pero luego, a la hora de la verdad, viendo el cadaverismo político que se le aproximaba, la tentación fue grande y la voluntad escasa. En el amor y en la guerra, ya saben: «Mi tessssoro». Pero este otrora bien considerado político no supo jugar al póker. Se la jugaron una y otra vez y lo hundieron, no sé si auspiciados por los cónclaves de su propia ejecutiva provincial (para quemarlo) o por la mayor habilidad farolera de otros.
Y perdió la partida, las partidas, todas las partidas. Perdió su dignidad, perdió la imagen que todos tenían de él.
Lucifer lo tentó. Quiso pactar con el diablo y el diablo lo abandonó por otra. Y su tren pasó.