EL TRANVÍA

LA HUELGA DE URBASER

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Vale que todo trabajador tiene derecho a defender sus derechos, que la pérdida de poder adquisitivo no gusta a nadie, y menos en los tiempos que corren, y que cada vez más empresas exigen más. Vale que todos, sin excepción, merecen un convenio colectivo digno y que reconozca una serie de garantías. Y vale que cada uno puede hacer lo que considere más oportuno para alcanzar sus objetivos, lograr lo que piensa que le corresponde. Pero siempre con unos límites.

Reconozco que el martes estaba convencido de que esos límites se habían sobrepasado ampliamente en Jerez con la huelga indefinida de los trabajadores de Urbaser. No hace falta extenderse sobre las consecuencias que tiene para la ciudad, en pleno mes de junio y con los termómetros superando con creces los 30 grados centígrados, un paro en la limpieza viaria y recogida de basura. Los principales perjudicados eran, lógicamente, unos ciudadanos que, al igual que la plantilla de la empresa tiene derecho a reclamar un convenio digno y más medios humanos, lo tienen igualmente a percibir un servicio público que cuesta muchos -muchísimos- euros al año y que se paga con el dinero de los jerezanos.

El primer día apenas se notaron los efectos, más allá de los que fueron consecuencia de los actos vandálicos de unos impresentables que se dedicaron a arrojar al suelo el contenido de las papeleras de, por ejemplo, la calle Larga. El miércoles ya amaneció mucho peor, después de una primera noche sin recoger la basura. El olor empezó a dejarse notar desagradablemente y las estampas de contenedores rebosantes eran habituales en toda la ciudad; más todavía en aquellas zonas olvidadas por unos servicios mínimos cuanto menos cuestionables.

Pero la cordura acabó imponiéndose el mismo miércoles por la noche, cuando se desconvocó la huelga tras un principio de acuerdo entre trabajadores y empresa. No sé quién dio el primer paso ni quién cedió más en sus posturas previas, pero el resultado fue el que tenía que ser. Jerez no podía permitirse prolongar más una situación que empezaba a ser insostenible.

Mención aparte merece la actuación del Ayuntamiento. Y lo merece especialmente por lo que puede suponer de cara al futuro, cuando aparezcan otros conflictos laborales, algo que podrá pasar perfectamente. Dejó su postura clara desde el principio: no pensaba ceder y dejaba la solución en manos de la empresa y de la plantilla. Otra cosa hubiese supuesto un agravio comparativo respecto a otras concesionarias -y sus empleados- que lo están pasando realmente mal por culpa de la deuda que arrastra el Consistorio con ellas. Conviene recordar, además, que Urbaser es de las que tiene garantizado el cobro del canon correspondiente a través de la Diputación. Le ha salido bien. Ahora otros se lo pensarán más antes de plantear una huelga y reclamar la mediación del Ayuntamiento.