La elección. López quiso aparecer en la fotografía junto a 'Sinforoso y Josefa', el retrato que hizo en 1955 a sus abuelos. :: ALBERTO FERRERAS
Sociedad

«No nos aceptamos»

El artista de Tomelloso reúne 130 obras en la gran retrospectiva que le dedica el Museo Thyssen-Bornemisza Antonio López Pintor

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El que para muchos es el mayor artista vivo español, máximo exponente de la figuración contemporánea, se presenta en el museo haciendo justicia a Miguel Delibes, quien ensalzaba «la modestia machadiana de su aliño indumentario, su humildad creadora, su absorbente profesionalidad». Iba a ser una muestra de su obra cercana, pero la relación tan especial que mantiene con el tiempo la ha dejado en una antológica con piezas aún por terminar, como los cuadros de la Gran Vía, y donde no hay rastro de su esperado retrato de la familia real. Don Juan Carlos inaugura hoy la cita, que se abre al público el lunes, y preguntará por él.

-¿Le gusta ver su obra reunida?

-Mucho. Es una oportunidad magnífica para ver qué marca el conjunto del trabajo. Hay obras que no veía desde que las hice hace 40 o 50 años.

-¿Querría volver a trabajar algunas piezas?

-Hay como 15 que, francamente, no están bien resueltas. No siempre coincide ese pequeño milagro del acierto. Rectificaría algunas y otras, sencillamente, las apartaría, como apartas personas que no te han terminado de gustar.

-¿Y por qué no las ha apartado?

-Algunas ya se habían pedido y no se puede hacer eso, supongo.

-También tiene cuadros que antes no le gustaban y hoy sí. Hace 50 años tapó el autorretrato en el que aparece con María Moreno, su mujer, y ahora lo muestra sin esa capa.

-Es verdad. No me salía ese cuadro. Quizás, si hubiera tenido más sabiduría lo hubiera dejado, en vez de pintar encima. Había un acierto de fondo lo suficientemente válido como para respetarlo. Es que no nos aceptamos. Cuando lo básico es verdad hay que aceptarse tal y como se es y eso a veces no lo conseguimos.

-Últimamente parece que usted se acepta mejor.

-Yo cada vez estoy mejor. Y con los demás también. Porque me crea conflictos estar con los demás. Los años te enseñan. Estoy más tranquilo.

-Iba a ser una muestra de su obra reciente, pero no hay tanta.

-Hace dos o tres años pensaba que iba a acabar más cosas, pero no ha sido posible. Queda una exposición como las demás, desde el principio hasta el final. Tan hasta el final que algunas obras las tendré que seguir cuando termine. Están inacabadas.

-¿Le atrae mostrarlas así?

-Es bonito. Hay un culto a la obra acabada, cuando la obra inacabada puede tener un brío y una intensidad emocional que puede palidecer cuando se intenta rematar la parte técnica del cuadro.

--Usted inicia muchas obras, pero no termina tantas.

-Es cierto. Últimamente no he hecho otra cosa que empezar. Tengo la sensación de que voy con tal retraso que me surge la necesidad de abordar temas que ya han madurado en mi cabeza. Por ejemplo, el cuadro de la Puerta del Sol que inicié el año pasado. Llevaba años deseando hacerlo. Esas diez tardes que estuve allí me tranquilizaron.

-¿Volverá este verano?

-Me gustaría retomar el cuadro, sí. En julio o en agosto.

-¿Y el retrato de la familia real?

-En cuanto descanse un poco me pondré con gran placer a seguirlo.

-Después de 15 años...

-Si hay una obra importante en mi vida es esa. A través de esa pintura he recuperado el placer y la necesidad de volver a la figura humana en mi pintura. Estos días tengo que hablar tanto que me hace pensar. Me he dado cuenta de lo que supone ese cuadro en mi vida. Le tengo tanto respeto que lo quiero hacer como hay que hacerlo, y es cuando yo desee hacerlo. Si hay suerte lo termino este año.

-¿Tiene pensado qué le dirá al rey en la inauguración?

-No sé qué me va a preguntar. No imagino que sea algo que no pueda contestar. No tengo impresión de haber hecho nada malo.

-¿A qué se refiere?

-Es que es muy importante. Hay veces que has hecho trampa, que has hecho algo que te tiene incómodo. Me hubiera gustado que todo hubiera sido más fluido, pero. Hacer un retrato áulico, una forma de representar a los reyes, a una familia, en un momento tan alejado y sin una forma definida... No es fácil, no es fácil. El esquema que podría valerme no existe en la pintura, creo.

-Parte de la exposición parece un homenaje a Madrid, con las tomas de la Gran Vía, la Maliciosa...

-Involuntario. Yo diría que es un homenaje al mundo. A los árboles, a los niños, al cuerpo desnudo. ¡A qué no lo es! Es inevitable que un artista trabaje sobre las cosas que le rodean.

-¿Se imagina su vida si no hubiera sido pintor?

-Estaría allí, en Tomelloso, en algún trabajo... No lo sé... He tenido muchísima suerte.

-¿Qué cree que opinaría su tío Antonio, su primer maestro, sobre esta exposición?

-No pudo ver nada parecido. Mi primera exposición la hice en el 85 en Albacete y él ya estaba enfermo. Murió poco después. Teníamos una educación muy distinta. Su trabajo lo confiaba mucho a su amor y a su instinto. A un movimiento interior primordial que le llevaba a hacer las cosas porque las sentía de esa manera. En mí ha entrado, quizás por la diferencia de generación, una necesidad de conocimiento. Quizás por eso esta exposición empieza con un homenaje al mundo antiguo, con esas cuatro cabezas griegas. A mí me ha hecho el conocimiento de los demás. Veo la obra de mi tío y es la medida de un hombre verdaderamente excepcional. Y en mi caso es el resumen de una persona muy esforzada que elige cómo ir dando respuesta a esa necesidad de conocimiento.