DONDE LAS CALLES NO TIENEN NOMBRE

TIEMPOS REVUELTOSOTRO SECO VERANO EN JEREZ

La Junta ha ofrecido a sus empleados de Justicia trabajar horas extra por la tarde; quizá debería haberlo hecho con parados

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En sólo un par de días, el martes, el verano hará su entrada triunfal y oficial. Llevamos unas cuantas jornadas soportando los excesos del termómetro con unas temperaturas que muy poquito tienen ya de primaverales. Basta con echar un vistazo a las playas y piscinas para comprobar que, un año más, el verano se adelanta a su hora de llegada y nos abraza con su ardiente cariño. Así pués, se avecinan casi tres meses de calor y aletargamiento en este Jerez de nuestras entretelas que volverá a convertirse en una ciudad fantasma mientras nuestras localidades vecinas se lo pasan pipa.

Evidentemente, el hecho de no tener playa, por muy cerca que esté, resta muchos puntos a la oferta veraniega de un municipio, pero convendran conmigo en que el verano no es sólo playa. Hay muchos otros argumentos que en Jerez históricamente y salvo algunas excepciones muy puntuales se han desechado y maltratado de forma sistemática. Es de todo punto de vista normal que los jerezanos huyan durante el día a las costas más cercanas. Lo que ya no es tan lógico es que cuando cae la tarde no haya nada apetecible que llevarse a la boca en lo que a ocio se refiere en esta ciudad nuestra. El cambio de gobierno en el Ayuntamiento de Jerez unido a la tremenda ruina que arrastra el Consistorio convierte este año en aún más remota la posibilidad de que nos encontremos con una programación festiva, cultural y de ocio minimamente digna en las calles jerezanas. Conciertos, exposiciones, verbenas, teatro al aire libre, museos...todo brilla por su ausencia. Me temo que los de antes no habrán dejado casi nada previsto, y es obvio que los nuevos no tienen tiempo ni dinero para encargarse estas cosas habiendo otras sobre la mesa como las nóminas de los trabajadores municipales, la huelga de Urbaser, los cortes de luz por impago de Endesa o los problemas de las pedanías. El caso es que no se trata solo de darle un gusto a los jerezanos y ofrecerles algo digno para disfrutar de su ciudad durante el verano más allá de una taza de caracoles y una cerveza en cualquier terraza.

La cuestión va más allá desde el punto y hora en el que hemos vendido Jerez al turismo como un destino en segunda línea de playa, con mejores precios y plazas hoteleras que lo que se puede encontrar a pie de los paseos marítimos. ¿Acaso creen ustedes que cualquier guiri repetiría un verano en Jerez viendo lo que hay cuando vuelven de la playa? Y qué me dicen de los bares, restaurantes y pubs de Jerez en los meses estivales. Sobreviven a duras penas, los que sobreviven. Desde luego, estamos ante un mal endémico que no ha sabido solucionar ninguno de nuestros gobernantes municipales en los últimos treinta años. Desafortunadamente, una vez más, por las circunstancias que sean, nos tenemos que resignar a buscar la diversión y el ocio por lo menos a quince kilómetros de distancia, en El Puerto, donde algunos graciosos dicen que están las playas de Jerez. Me viene a la mente una leyenda urbana que cuenta que un portuense, harto de que los jerezanos se apropiaran de Valdelagrana y dijesen que aquello pertenece a Jerez, se acercó cierto día a la delegación de Urbanismo de la plaza del Arenal. «Buenas tardes», le dijo cordialmente al funcionario que estaba tras la mesa, «vengo a pedir una licencia de obras para el arreglo de una vivienda en Valdelagrana». El trabajador municipal, algo atónito, le respondió: «Señor, para esa gestión se tiene usted que dirigir al Ayuntamiento de El Puerto, porque Valdelagrana está en su término municipal». «Eso es lo que yo quería escuchar», respondió el individuo antes de marcharse con una socarrona sonrisa de oreja a oreja. En fin, yo sé que la lista de asuntos pendientes que tienen sobre la mesa García Pelayo, Saldaña y compañía debe ser como la guía de teléfono de Mejico DF, pero no estaría mal que en el futuro, no sólo el Ayuntamiento sino también algunas entidades privadas, acabasen con la imagen de ciudad fantasma, aburrida y seca que nos acompaña en Jerez desde tiempos inmemoriales cuando llega el veranito. Dicho esto, me voy a la playa.