Alfredo Pérez Rubalcaba pasea por los pasillos del Congreso de los Diputados, durante una sesión de control al Gobierno. :: JUANJO MARTÍN / EFE
ESPAÑA

El 'postrubalcabismo' se prepara en la sombra

La candidatura del vicepresidente primero fue planeada como una solución de emergencia con carácter temporal

MADRID. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Alfredo Pérez Rubalcaba es desde ayer el candidato oficial del PSOE a la Presidencia del Gobierno. Lo era de facto desde el mismo momento en el que José Luis Rodríguez Zapatero y los secretarios regionales del partido le coronaron como su elegido y evitaron así la hasta entonces sacrosanta competición en primarias. Pero ayer el comité socialista de garantías lo designó de manera efectiva. El suyo es, sin embargo, un reinado al que buena parte de los socialistas ven una fecha de caducidad clara, mediados de 2012. El 'postrubalcabismo' empieza ya a cocerse.

El hecho de que el vicepresidente primero del Gobierno afirmara en su discurso de aceptación ante el Comité Federal que no persigue una «derrota digna» sino una nueva victoria frente al PP no es casual. Eso, la idea de que a estas alturas lo único a lo que puede aspirar el PSOE es a obtener un resultado mínimamente decente, estuvo detrás de toda la operación para situarle como cabeza de cartel del partido en lugar de Zapatero. Nadie, entre los promotores de su designación, hablaba de ganar; tan solo de evitar una catástrofe igual o peor que en 2000, cuando los socialistas, con Joaquín Almunia al frente, rebajaron su presencia en el Congreso a tan solo 125 escaños.

Rubalcaba es consciente de que un partido no puede concurrir a las elecciones con semejante ánimo y sabe que a menos que logre subir la moral de sus filas -para eso está recorriendo las federaciones y celebrando charlas con la militancia- condenará a su partido a una nueva y penosa travesía del desierto. Con el agravante de que, entonces, había en el PSOE auténticos pesos pesados en edad de merecer y con capacidad para tirar del carro y ahora hay valores en alza, pero con un poder y una influencia mucho menores que la de los 'barones' de antaño.

La opción de que el hoy número dos del Gobierno, ministro del Interior y portavoz opte a la Secretaría General del PSOE en el próximo congreso federal, tras las generales, está prácticamente descartada. Salvo que, contra todo pronóstico, venza a Mariano Rajoy. El propio Felipe González lo dio casi por imposible este jueves cuando admitió en la Ser que «los signos» de que el líder del PP gobernará «son claros». «No vamos a ser tan tontos de presentar en 2016 a un tipo de 62 años», admitía hace unos meses uno de los dirigentes que estaban en la cocina de la 'hoja de ruta' que ha marcado la salida de Zapatero.

Sin que se note

El relevo del relevo, sin embargo, está aún en el aire. Como señala uno de los líderes territoriales castigados por las urnas el 22 de mayo, «quien quiera optar a liderar el PSOE tiene que moverse sin que se note mucho». Pero ya hay nombres en cartera. Algunos suenan con fuerza, otros como mera posibilidad y el futuro de todos está al albur de los acontecimientos.

Entre las aspirantes más factibles, muchos socialistas sitúan a la ministra de Defensa, Carme Chacón, de 40 años. Pero no tanto porque de verdad crean que tiene posibilidades de ganar un congreso, como porque creen que deseará luchar por la oportunidad perdida. Incluso sus detractores reconocen su valía y su preparación. Sin embargo, existe un sector que opina que la forma en la que anunció su renuncia a competir contra Rubalcaba en unas primarias le pasará factura porque «no dudó en hacer daño al partido para salvar ella la cara», dicen unos, o porque «demostró una enorme debilidad al no resistir las presiones», plantean otros.

En todo caso, no falta quien piensa que se convirtió en una heroína contra el 'aparato' y que eso, y el respaldo de su marido, el 'gurú' de la comunicación política, Miguel Barroso, puede ayudarla.

En la lista de posibles futuros líderes tiene un lugar destacado el secretario general de los socialistas de Castilla y León, Óscar López, de 38 años. Es poco conocido para el gran público, pero tiene predicamento interno y contaría con el respaldo de su mentor, el vicesecretario general, José Blanco, y del propio Rubalcaba, que ha llegado a afirmar que es su «diputado favorito».

Entre sus cartas: tiene una federación detrás -aunque no es, desde luego, la más numerosa; solo la quinta en número de militantes-, se entiende bien con las 'vacas sagradas' del partido que le tienen en alta consideración, por ejemplo José Bono o Alfonso Guerra, y además conoce al dedillo los intríngulis de su formación porque fue adjunto a la Secretaría de Organización en la época dorada del 'zapaterismo' con Blanco. Eso mismo, y el hecho de que no ha obtenido mejores resultados electorales que el resto, podría jugar en su contra.

El lehendakari, Patxi López, de 51 años, sigue estando en todas las quinielas. Tiene muy buena imagen en toda España y es uno de los pocos líderes territoriales a los que se puede calificar de 'barón', aunque Zapatero no haya dudado en pasarle por encima cada vez que ha necesitado el apoyo parlamentario del PNV. Él nunca se ha postulado, pero hay quien cree que en su golpe de mano al pedir un congreso extraordinario, paso clave para la renuncia de Chacón, fue «un buen trampolín para significarse como alguien con peso orgánico ahora que sabe que va a perder las próximas elecciones en Euskadi».

Las filas del PSE tienen más cantera. Eduardo Madina, que a sus 35 años es el número dos del grupo parlamentario socialista, es uno de los jóvenes con más proyección en el partido. Muchos le reconocen carisma y capacidad de oratoria. Además, tiene discurso propio, algo que se da poco en el PSOE de hoy. Está algo a la izquierda de la ortodoxia socialdemócrata. Tiene partidarios, aunque quizá le falten padrinos con peso suficiente.

El nombre de Guillermo Fernández Vara lleva también tiempo en circulación. El presidente en funciones de la Junta de Extremadura, de 52 años, demostró su potencial en 2007 al sustituir como candidato a Juan Carlos Rodríguez Ibarra, de cuyos gobiernos fue consejero. En pocos meses este médico forense, exmilitante de Alianza Popular pasó de ser casi un desconocido a igualar a su antecesor en popularidad. Algunos le achacan aún así un «perfil demasiado regionalista».