
Manuel Peña:«No podía irme y dejar al resto dentro»
Apenas lleva seis meses trabajando en el inmueble y ya se ha convertido en un héroe por su colaboración en las labores de desalojo Manuel Peña, conserje del edificio, ayudó a muchos de los vecinos a salir entre el denso humo
CÁDIZ. Actualizado: GuardarManuel Peña no quiere fotos ni vídeos. Huye de la primera plana porque no se considera ningún héroe. Tiene ese halo de ser huidizo y de timidez característico de los superhéroes de las películas aunque él no tenga ni las gafas de Clark Kent ni el sentido arácnido de Spiderman. Dice que hizo lo que hizo porque así lo sintió y los vecinos le están más que agradecidos.
Solo hace seis meses que Manuel Peña llegó al número 12 de la calle Brasil para trabajar como conserje. «El anterior cayó enfermo y yo pasé a ocupar su puesto», cuenta. Por entonces no podía ni imaginarse todo lo vivido en la mañana del jueves. «Nunca me he visto en unas circunstancias similares», afirma, «y espero no volver a pasar por lo mismo».
Manuel cumplió un papel fundamental en todo lo relacionado con el incendio de la calle Brasil. Fue uno de los primeros en darse cuenta de que algo marchaba mal y en avisar a buena parte de los vecinos para que saliesen de sus casas. «Sobre las 9.20 horas se produjo un gran apagón de luz y enseguida supe que era de la obra», aunque todavía no era consciente de todo lo que sucedería momentos después. Luego vino el humo, el incendio y la confusión. «Comencé a gritar fuego y a despertar a los vecinos», relata en la misma calle Brasil mientras evita mirar de frente el edificio. «Ayudado por una linterna abrí la puerta del garaje y activé la alarma de emergencias». A partir de ahí todo lo que recuerda son «gritos, personas mayores pidiendo auxilio y niños llorando».
«Todo esto impresiona porque en el momento te asustas mucho y solo pides que el tiempo pase deprisa, que los segundos se conviertan en minutos y los minutos en horas, para que todo pase mucho más deprisa».
Manuel recuerda que los bomberos le gritaban que no saliera «pero yo respondía que no. Prefiero morir por la caída de un cascote que asfixiado por el humo». No fue lo único que le gritaron los bomberos, tras entrar varias veces para ayudar a los vecinos, le pidieron que se quedara fuera. «No podía hacerles casos», confiesa. «Ayudé a salir a una persona mayor del edificio y vi detrás de ella a una mujer con varios niños. Tuve que volver a entrar porque no podía dejarles dentro». Esa entrada hizo que le cayera un trozo de goma quemada sobre el brazo. «Me quemé una 'mijita' nada más», afirma modestamente.
Manuel tenía que entrar, «si no lo hubiera hecho y a alguien le hubiera pasado algo no me lo hubiera perdonado». La explicación que usa es muy sencilla. «Ves a varios niños llorando y piensas que no se merecen que les pase algo. Si puedes salvar un vida, entras directamente y los ayudas a salir. Prefiero salvar la vida de un niño que la mía porque yo ya he vivido lo mío».
A pesar de todo lo ocurrido a Manuel no se le va el buen humor. Cuenta que tras pasar la noche algo inquieto bajó por la mañana y un joven se le acercó a pedirle fuego para encender un cigarro. «¿Fuego? Ni me lo menciones», respondió riéndose.