Ana se pone otra vez a remojo
En triquini. La presentadora regresa de Miami para su tradicional posado veraniego
Actualizado: GuardarAna Obregón (Madrid, 1955) quedó la segunda de su promoción y, aún así, la gente todavía hace algún chiste a cuenta de la bióloga de la tele. Pero más se ríe ella, que ha dado con la fórmula que el común de los de a pie lleva toda la vida buscando: cómo hacer del trabajo placer y al revés. Porque Anita está currando, y si no suda la camiseta es porque no la lleva. Los termómetros andan toda la semana avisando de que llega el verano y el chapuzón de la Obregón es la confirmación. La popular presentadora ha viajado de Miami a Estepona para estrenar bañador. Triquini que enseña y tapa a la vez en azul turquesa (¿este año no dicen que se llevan los tonos fluor?). Ana Obregón es desde hace tres años la imagen de una firma de cremas de sol, pero a juzgar por el moreno que luce ya en junio no debe predicar con el ejemplo. En la arena encaramada en unas sandalias de cuña, remojándose los pies en el agua todavía fría de Estepona, Anita hizo posturitas: brazos arriba, marcando costilla, un chapoteo, sentada en la orilla... Cuentan quienes asistieron al posado que ordenó esperar hasta bien tarde, cuando cae el sol, que esa luz colorada le resalta el figurín. Antes, estuvo de cháchara y risas con la prensa. Se le cayó el micrófono y al periodista que se lo volvió a colocar le soltó de guasa: 'tú lo que querías era tocar teta'. Eso cuentan en la web de divinity. Eso y que Ana alivia los sofocos con Coca-Cola light y que solo fuma si no la graban: «Le he dicho a mi madre que lo he dejado y me van a pillar». Al atardecer comienza el show, breve, que ya dicen que el primer baño de sol, mejor cortito. Ana Obregón es ahora la cara (y el cuerpo) de una marca de cremas solares, pero lo del baño viene de tiempo. Lo contaba el otro día en el programa de Albert Castillón, en Punto Radio: «El posado de verano tenía un por qué. Y es que tenía un niño pequeño y cada vez que iba a la playa parecía la Gran Vía. Así que pacté que un día deteminado me hiciesen 200 fotos y me dejasen tranquila. No se cumplió el pacto». Pero nació un clásico del verano español.