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El robalo

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El robalo es muy caprichosísimo pa comer», decíale un pescador a otro agremiado a las faenas del azaroso milagro del comer de la pesca de ribera, mientras veíamos entrar como una pava albina al catamarán por el Guadalete. Decía, desde un púlpito áureo, que el robalo «le entra mejor al cangrejo aunque va de días». «Come de capricho, porque, sin más ni más, la sardina la tiene aborrecida». Ha de ser tan tiquismiquis, que de entre los canceriformes de la bahía, hay días que le entra con ganas a la mariquita, otros a la coñeta y otros, al cangrejo verde, siendo los tres cangrejos.

Atribuye esas veleidades a cambios de carácter y a preferencias momentáneas, si bien pudiera ser que los cangrejos nadadores como la mariquita, bregan mejor en los rebozos y torbellinos de las broncas rompientes de Poniente, pareciendo que estuviere viva, lo que le aporta suculencia. Las piezas de más de dos kilos, por más señas, son aún más caprichosas. O sea, que a más años y kilos, se incrementan los vicios del paladar, como si humanos fueren. Para interpretar esas pautas del comportamiento del robalo, habría que ser robalo, pero todo se andará.

Al científico sueco Perch Löfling, discípulo de Linneo, le debieron maravillar esos saberes populares, esas artesanías científicas, cuando en 1753, con ayuda de pescadores de El Puerto y Cádiz, ultimó su taxón íctico, 'Pisces Gaditana Observata Gadibus et ad Portus Santa María', primer tratado de ictiología española riguroso, si bien la arqueología constata la inquietud protohistórica gaditana de censar nuestros peces, crustáceos y moluscos, del mito al rito, desde la eternidad troyana que nos data, como explica el prof. Ruiz Mata.

Estos conocimientos populares misteriosos, estos hechizos del saber, son acumulativos ya que se heredan por transmisión etérea, por aprendizaje cultural agremiado. Y así el campesino conoce el porvenir de la espiga, o el pescador la ova del pargo. Este patrimonio magmático que predice la llegada del viento y la lluvia, como predice la eclosión de la flor, es ciencia pura que sin embargo no nos sirve para evitar la miseria y las guerras, o los comportamientos de los truhanes. El canallismo, unipersonal y colectivo, no resulta ser predecible, pues no lo anima la inocencia del caprichosísimo robalo. Lo que sí resulta ser predecible es que la ignorancia es acumulativa y que este amontonamiento conduce a la ignominia y al tumulto suicida. Analicemos los ignotos caprichos culturales del robalo.