Para reflexionar
Actualizado: GuardarCada 5 de noviembre los cielos ingleses se llenan de fuegos artificiales y por toda Inglaterra se encienden hogueras para quemar a Guy Fawkes. Se celebra así su fracasado intento, allá por 1605, de hacer volar el Parlamento británico y destruir el poder establecido en respuesta a las crueles persecuciones hacia los católicos. El rostro del protagonista de la Conspiración de la Pólvora, con su sonrisa, su bigote y su perilla, se hizo mundialmente famoso cuando sirvió de modelo al personaje de V de la novela gráfica y de la película Vendetta, el misterioso anarquista que logra volar el emblemático edificio a los sones de la Obertura de 1812 de Tchaikovsky. Incluso, tras el estreno cinematográfico, muchos pasaron a festejar el 5 de noviembre como la fecha de la ejecución de un héroe que se había sublevado contra la injusticia. El rostro de Fawkes vuelve a estar de actualidad, representado en las caretas bajo las que se manifiestan los integrantes de Anonymous, un movimiento mundial de activistas, sin portavoces y sin líderes, que ha encontrado en la red su arma más poderosa. Los ciberataques se han extendido por todo el mundo. Visa, MasterCard, Amazon, Gmail, Sony, las páginas webs de muchos países o las del Fondo Monetario Internacional, en protesta por las condiciones del rescate de Grecia, han sido algunos de sus objetivos. En España, Anonymous se hizo famosa cuando organizó la ciberprotesta contra la Ley Sinde. Posteriormente intentó atacar las webs de los partidos políticos en vísperas del 22 M y, tras la detención de varios activistas y la acusación de planear publicar material sensible, logró bloquear la web de la Policía Nacional. Los miembros del movimiento aseguran no estar organizados y que cada uno participa en las acciones o ataques, que se van configurando en la propia red, según sus convicciones. Aunque, realmente, si hubiera algún tipo de manipulación ni ellos mismos serían capaces de identificar el origen. Incluso la Policía ha indicado que los últimos detenidos son personas normales. El movimiento es fruto del mundo en el que vivimos, pero obliga a una reflexión profunda en todos los ámbitos de poder sobre sus propias responsabilidades. Porque seguro que todos preferimos disfrutar y no sufrir con la música de Tchaikovsky.