De diseñador de moda a revolucionario tecnológico
Actualizado: GuardarManel Torres creció entre telas e hilos en Tornabous, Lérida. Hijo único y huérfano de padre, se crió al amparo de su abuela, la costurera del pueblo, quien alimentó su ambición por revolucionar el mundo de la moda. Antes tuvo que familiarizarse con el diseño de patrones y partió a Barcelona con una plaza en la Escola d'Arts i Tecniques de la Moda. Amplió sus estudios con un máster en diseño de moda en el prestigioso Royal College of Art (RCA) de Londres. «No sabía inglés cuando hice la entrevista en 1995, pero mi proyecto gustó a los profesores y aceptaron mi solicitud a condición de que aprendiera el idioma», recuerda.
En Londres, Torres comenzó a dar forma a su sueño por acelerar el proceso de diseño y producción de tejidos. Quería crear ropa instantáneamente y el camino para realizarlo lo descubrió en los aerosoles de serpentinas de colores. Desarrolló la tecnología en un proyecto de doctorado supervisado por los catedráticos del RCA, Susannnah Handley, y del Imperial College, Paul Luckham. Para el año 2001 tenía el título de doctor y la patente de su revolucionario invento tecnológico.
Torres mantiene el centro de operaciones de su firma Fabrican en el departamento de Química del Imperial. En su despacho no hay bobinas de hilos, sino botes de espray con etiquetas que indican sus múltiples aplicaciones: botitas para perros, tiritas, parches, purpurina. También cuelgan fotografías de sus últimos prototipos: unas lámparas con forma de sombrero que presentó en la Feria de Muebles de Milán y una silla rociada con paracetamol para aliviar el dolor de cabeza de los que se apoyan en su respaldo. «Todo tiene solución, salvo la muerte», sonríe a sus 37 años.