REFLEXIONES

CASTILLOS EN EL AIRE

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El representante de Neymar lo tiene claro. «Si fuera mi hijo, lo querría en el Madrid». Muy listo Wagner Ribeiro, que busca su buena comisión para vivir como un rey durante algunos añitos. No seré yo el que discuta la valía de la última perla brasileña, pero sí el que difiera abiertamente sobre la necesidad del club blanco de fichar a un jugador de sus prestaciones. Yo, si fuera Mourinho, no querría a Neymar.

¿Y por qué?, cómo diría el propio entrenador portugués. Pues porque es un fruto demasiado caro como para catarlo a ciegas después de brillar 'únicamente' en un campeonato tan devaluado como el brasileiro, porque a Florentino, José Ángel Sánchez, el espíritu de Valdano, Pardeza y compañía les ha costado Dios, ayuda y unos cuantos millones de euros conformar un equipo que intente competir con el Barcelona y el grupo ya cuenta con el 'clan de los portugueses' para liderar esta intentona.

Fichar a Neymar es tan ilusionante como arriesgado. Puede impulsarte definitivamente o tirar por tierra buena parte del trabajo realizado durante un par de temporadas. No merece la pena. Neymar es un producto más cercano a la ostentosidad de Abramovich o la chequera del jeque del Manchester City que al equilibrio y la seguridad que requiere ahora mismo el Madrid.

Está bien eso de que Pelé le compare con Messi o que Ronaldo le nombre su heredero, pero la realidad es que su perfil personal y profesional se acerca mucho más a Robinho o Balotelli que a cualquiera de los diez mejores futbolistas del mundo en estos momentos. Ni tiene la potencia física de Cristiano Ronaldo, ni la plasticidad de Iniesta, ni el cerebro de Xavi, ni el golpeo de balón de Sneijder o Forlán, ni el temple de Casillas o Xabi Alonso, ni el instinto depredador de Drogba o Villa y ni mucho menos el talento y el factor desequilibrante de Messi. Eso sí, tiene un peinado moderno, un nombre atractivo y hace regates imaginativos, por lo que podría encajar en este fútbol del siglo XXI acostumbrado a realizar castillos en el aire.