
Adiós en la bullanga
Fernando Alonso se retira en una carrera que duró cuatro horas por la lluvia; Button gana en Canadá al aprovecharse de un error de Vettel en un triunfo que fue investigado por los comisarios
Actualizado: GuardarFue la bullanga total en las 24 horas de Canadá. Una carrera que empezó a la una de la tarde y terminó pasadas las cinco en el circuito de Montreal. Cuatro horas en un frenesí interminable por la lluvia que deparó todo tipo de novedades. Se retiró Alonso en lo que pareció su despedida del Mundial 2011. Y ganó Button en un tramo final electrizante. Lo tenía Vettel, pero se quedó sin ruedas frente al inglés, que paró seis veces en el box.
La tarde canadiense arrancó afeitada porque la lluvia sigue siendo el único invitado al que no saben cómo tratar en la Fórmula 1. La salida con el coche de seguridad por delante evitó cualquier riesgo para la integridad de los 24 pilotos y privó a los aficionados de todo el planeta del momento más excitante de cualquier carrera, el único que se comprende sin atender a logaritmos y extrañas combinaciones siempre presentes en este deporte o lo que sea. Y la cifra, ese patrimonio incomparable que luce a gala Bernie Ecclestone, supera ya los 527 millones de espectadores de televisión. Algo así como diez Españas...
Tanta gente se quedó sin la salida y mucha más con las ganas de disfrutar del espectáculo de los coches y los adelantamientos hasta la vuelta cuatro. Hasta que el Mercedes de seguridad de Bernd Maylander se apartó y Hamilton se creció con la lluvia.
Considerado uno de los primeros espadas con agua, el inglés no dejó pasar el trance para convertirse de nuevo en protagonista. Se tocó con Webber en una curva que trazó mejor y provocó un conflicto interno con el siempre flemático Jenson Button. Trató de superarlo en la recta de meta y el playboy de la barba de tres días dijo esta vez que nones. Desvió el McLaren hacia la izquierda con sutileza y acabó con las correrías de Hamilton.
Mientras la lluvia alteraba los planes de todos y desviaba la atención hacia los garajes, Vettel levantó el dedo imaginario y volvió a mostrar en el primer tercio que era el más fuerte. Siempre al mando, sin cometer errores y sin sentirse presionado por Alonso, el alemán mantuvo el pulso frente al diluvio y las situaciones cambiantes de la carrera. En un nuevo alarde de lince, el garaje de Ferrari interpretó que el agua aminoraría, pero la realidad fue todo lo contrario. Alonso ingresó en el box cuando circulaba segundo y salió octavo con los neumáticos intermedios. Y allí se quedó porque la lluvia no cesó y él no recuperó ninguna posición. Tuvo que volver a pasar por las manos de sus mecánicos para colocar las ruedas pertinentes, las de lluvia extrema, que era la tónica constante del día en Montreal.
Hubo un momento en que Vettel consideró que su Red Bull era «inconducible» y así lo manifestó por la radio interna. Algo parecido debieron sentir casi todos sus compañeros y en la unaminidad, el perpetuo árbitro de la Fórmula 1, Charlie Witting, sentenció bandera roja y carrera parada hasta nueva orden.
Se vivió entonces la versión B de la Fórmula 1, la de las caras sin respuestas ante la naturaleza. Ni los radares estratosféricos ni las previsiones de los más reputados equipos de meteorología ni el mando a distancia de Bernie Ecclestone pudieron calibrar cuando o cómo dejaría de llover. Estuvo la carrera detenida más de dos horas en una sucesión incongruente de espera no se sabe para qué. Pilotos en vaqueros, gente paseando por el paddock, miradas de unos a otros y tramo contrarreloj con la amenaza de quedarse sin luz y sin gran premio.
Cuando eran casi las cuatro de la tarde en Canadá, se relanzó la carrera sin saber si volvería o no la lluvia. Otra vez el coche de seguridad y otra vez Vettel en cabeza.
La Ley de Murphy se cebó con Alonso cuando menos lo esperaba. Button intentó rebasarlo en la chicane y el español no admitió la propuesta. Le cerró la puerta y acabó en la hierba, con el Ferrari en el limbo de los justos. Un pequeño desastre con sabor a despedida. Vettel no aflojó, aunque se encontró con el enemigo invisible. Fue Button, el que siempre aparece en la bruma. Paró seis veces en el garaje, ¡¡seis!!, y ganó la carrera. Cobró terreno a todos con sus gomas siempre nuevas y se merendó a Vettel, presionado y sin ruedas, en un último giro escalofriante. El equipo McLaren era una fiesta a la espera de la investigación de los comisarios, que tenían que juzgar las maniobras de Button con Alonso y Hamilton. También estaba satisfecho Jaime Alguersuari, que con su octavo puesto logró los primeros puntos de la temporada.