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El enquistado conflicto kurdo

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Con más de 12 millones, suman el 20% de la población de Turquía y quieren una mayor representación en el Parlamento. Los kurdos, la mayor minoría del país, podrían aumentar su presencia en la Cámara Baja hasta llegar incluso a los 30 escaños en las elecciones de hoy, lo que les proporcionaría una mayor fuerza negociadora y un papel más importante a la hora de trazar un futuro que ponga fin a más de 25 años de sangriento conflicto.

Los candidatos del BDP (Partido de la Paz y la Democracia), la formación nacionalista kurda, concurren como independientes a las elecciones para sortear la barrera del 10% nacional necesario para poder acceder al Parlamento y serán la fuerza más votada entre esta minoría. El resto de formaciones políticas, con un discurso nacionalista turco más o menos marcado, apenas consiguen atraer a un pequeño porcentaje de votos entre los kurdos. Ni siquiera el AKP, que en las primeras elecciones que ganó sedujo a un sector más tradicional e islamista de los kurdos, pero que ha perdido popularidad en el último año.

Lejos queda ya aquel histórico discurso de 2005 en Diyarbakir, la capital oficiosa del Kurdistán turco, en la que Erdogan aseguró que «el problema kurdo es mi problema». Tras impulsar medidas para ampliar los derechos culturales y lingüísticos de los kurdos, las reformas se han paralizado. Esta población se siente ahora traicionada, y no ve voluntad política por parte del Gobierno para acabar con un conflicto que se ha cobrado más de 40.000 vidas.

Las propuestas del BDP pasan por más autonomía para la región en un marco prácticamente federal. Pero su ambigua relación con el PKK, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, el grupo armado considerado terrorista por Ankara, la Unión Europea y Estados Unidos, frena el apoyo de muchos turcos.