Verja de entrada al palacio de Kensington, en el exclusivo distrito de Chelsea, parte del cual alberga apartamentos donde viven algunos miembros de la Casa Real. Los duques de Cambridge han fijado aquí su segunda residencia. :: KYRSTY WIGGLESWORTH/AP
Sociedad

El palacio de los recuerdos

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Se ha levantado un enorme revuelo en el palacio de Buckingham. A cada momento, empleados de Isabel II se detienen en un pasillo frente al tablón de anuncios con los nuevos puestos de trabajo. Las cuatro últimas solicitudes de empleo apuntadas en la lista han despertado un inusitado interés entre el personal. Los duques de Cambridge buscan ama de casa, mayordomo y un par de asistentes familiarizados con la etiqueta protocolaria y que controlen el estilo de vestuario y accesorios adecuados a cada ocasión.

Siguiendo la tradición de la familia Windsor, Guillermo ha decidido contratar ayudantes con experiencia palaciega, de carácter amistoso y mucha paciencia. Catalina se encargará de las entrevistas y de seleccionar a los cuatro sirvientes.

A la joven pareja le gusta valerse por sí misma en sus labores domésticas pero la vida de matrimonio comienza a complicar sus agendas. Por lo pronto, tienen previsto fundar un segundo hogar en Londres y han elegido un apartamento del palacio de Kensington, en el céntrico y distinguido distrito de Chelsea. Vivirán rodeados de parientes en la histórica residencia monárquica donde el príncipe se crió de niño antes de que sus padres, el príncipe de Gales y la princesa Diana, desvelaran sus mutuas infidelidades.

El palacio de Kensington es un recinto protegido donde dicen que Guillermo y su hermano Enrique pasaron los años más felices de su infancia. En este rincón de los recuerdos, el heredero de la corona británica montará con Kate Middleton su base londinense. La granja de Anglesey, una remota isla de Gales, seguirá siendo el domicilio principal de la pareja hasta que el duque concluya su etapa como piloto de helicóptero en operaciones de rescate. Los duques ya han tenido oportunidad de estrenar su nuevo apartamento ya que ambos han atendido en la capital una serie de compromisos sociales y familiares. En su primer acto oficial como marido y mujer, presidieron el pasado jueves una cena de gala en beneficio de una fundación de ayuda a los menores de edad. La elitista velada, en la que se recaudaron cientos de miles de euros (cada invitado aportaba casi doce mil euros) se celebró bajo una carpa instalada en Perk's Fields, una sección de los jardines de Kensington donde Guillermo vio en numerosas ocasiones aterrizar en helicóptero a sus padres. Los asistentes no dejaron de fotografiar con sus móviles a Guillermo y Kate, que destilaba glamour y lucía una magnífica figura entallada en un vestido rosa pálido.

El príncipe probablemente echará en falta hoy al ayudante de cámara que quiere reclutar para Kensington. Por la mañana ha de enfundarse en su uniforme de gala del regimiento de los 'Azules y Reales', con la aparatosa gorra de piel de oso, para unirse a un desfile militar en honor de su abuela Isabel. Poco después, en una repetición de la escena de su boda, Guillermo y Catalina saldrán con el resto de la familia real al balcón del palacio de Buckingham a saludar a las masas. En esta ocasión, la protagonista será la reina, que celebra su onomástica oficial. Mañana, se sumarán a los festejos por el 90 cumpleaños del príncipe Felipe de Edimburgo, en el castillo de Windsor.

Se puede alquilar

Con la mudanza a Kensington, Guillermo se independiza de su padre y su mujer Camila. De soltero vivía en la mansión paternal, en Clarence House, compartiendo un apartamento con su hermano Enrique. Podía haber optado por instalarse en una sección del palacio de Buckingham, donde sus abuelos y tíos tienen aposentos y oficinas, pero ha escogido el complejo palaciego que la princesa Diana mantuvo como residencia hasta su violenta muerte en 1997. El recinto guarda recuerdos muy personales que Guillermo se resiste a olvidar.

El palacio de Kensington pertenece a la corona británica pero no forma parte del patrimonio privado de los Windsor. Lo gestiona una asociación independiente que ha de generar recursos propios para sufragar los gastos de mantenimiento sin subvenciones públicas. El edificio está actualmente en proceso de remodelación, con un presupuesto de 15 millones de euros, enfocado a recuperar el esplendor de los aposentos de Estado donde han residido miembros de la monarquía desde el siglo XVII. Lo estrenó Guillermo III y a la princesa Victoria le despertaron en la madrugada del 20 de junio de 1837 con la noticia de que era la nueva reina del imperio. Pese a las obras, el palacio recibe visitantes todos los días. Unos recorren las exposiciones que se montan habitualmente; otros acuden a recepciones y cenas que organizan particulares y corporaciones en los distintos salones y jardines que se ofrecen en alquiler. El arrendamiento de los apartamentos como residencias u oficinas permanentes es otra fuente de ingresos.

En realidad, Guillermo no regresa al hogar de su infancia. Diana ocupaba dos apartamentos de Kensington que, al morir la princesa, estuvieron vacíos durante años hasta que finalmente se arrendaron a dos asociaciones benéficas de Carlos. En el número 1A vivía la princesa Margarita, hermana de la reina, pero sus aposentos también se alquilan para «recepciones de hasta 60 personas» o «comidas y cenas para 40 invitados».

Los duques de Cambridge se instalarán en un piso «modesto», de dos dormitorios, que lleva décadas sin inquilinos. Al acondicionar su interior se descubrió asbesto, un mineral similar al amianto, y un precario circuito eléctrico que dificultaron las obras y demoraron la mudanza. Guillermo y Catalina tendrán de vecinos a miembros menores de la Casa Real: los duques de Gloucester y los de Kent, que causalmente están desde hace tiempo acomodados en apartamentos de mayores dimensiones. Sin embargo, los recién casados entran en Kensington conscientes de que el nuevo arreglo doméstico es temporal. La búsqueda de una mansión para albergar en la capital al futuro rey, su esposa y sus descendientes continúa.