
Crispación de alto voltaje
Estudios internacionales salvan la cara de los políticos españoles mientras que aquí son el tercer problema nacional tras la crisis y el paro
Actualizado: GuardarEntiendo la indignación y sensación de hartazgo en estos tiempos tan duros, pero pongamos en nuestro punto de mira a los auténticos responsables de la crisis económica: banqueros y empresarios», puntualiza Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía Social y Política en la Universidad de Zaragoza. El fenómeno del 15-M no le ha pillado desprevenido. No cree en teorías conspirativas pero le preocupa el cuestionamiento de una clase política «muy digna en su inmensa mayoría».
Una imagen no compartida por el 22,1% de la población española que los tacha de preocupación nacional, conforme al último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que sitúa a los políticos como el tercer problema tras la crisis y el paro. El prestigio de nuestros mandatarios anda por los suelos, a la altura que tenía a mediados de los 90, cuando la guerra sucia contra ETA y la corrupción (GAL, casos Conde-Banesto, Roldán, Rubio, de la Rosa...) desquiciaron el debate político. La desconfianza caló hondo en aquella época, poco antes de la primera victoria electoral de José María Aznar.
En la actualidad, lo que domina es la frustración. «La impotencia es muy fuerte. La gente piensa que los dirigentes son incapaces de resolver los problemas. Es lo que se palpa en el ambiente, y todo ello azuzado por los medios de comunicación que alientan el enfrentamiento», advierte Fernando Vallespín, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid y presidente del CIS entre 2004 y 2008. A su juicio, se practica una política de dibujos animados, «esquemática y de trazo grueso».
Pese a todo, hay informes de prestigio internacional que nos salvan la cara: el semanario británico 'The Economist' publica cada dos años un 'Índice de la democracia', donde España ocupa el puesto 18, por delante de Francia que se encuentra relegada en la casilla 31. El despliegue de poder de Nicolas Sarkozy, la presión sobre los medios de comunicación y las revueltas en los barrios marginales no ayudan a puntuar alto.
Como contraste, las naciones más ejemplares son Noruega, Islandia, Dinamarca, Suecia, Nueva Zelanda, Australia, Finlandia, Suiza, Canadá... Para la confección de la lista se han analizado variables como el proceso electoral y pluralismo, libertades civiles, cultura política, funcionamiento del gobierno... Pues bien, nuestro país obtiene una puntuación de 8,6 sobre 10 (la nota más baja es la de participación política, con un 6,11).
Una salvedad: la última edición de este 'Índice de la democracia' se elaboró en noviembre de 2010, antes de unas elecciones donde la suma de votos en blanco y nulos alcanzó el millón. Un millón. Bien podrían ser la cuarta fuerza política en España si fueran capaces de articular una alternativa.