Sociedad

Son camionetas Madusa la bella (y la bestia) Llega a España Debra Miceli, la única mujer piloto de 'Monster trucks'

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Tenerla más grande que el vecino. Ese fue el principio que movió el nacimiento de los 'monster trucks'. En los 70, eran camionetas modelo 'pick up' que peleaban en las carreras por el lodo. Luego, las ruedas fueron creciendo.

Estados Unidos es un país capaz de lanzar al mundo productos asombrosos: la pizza con queso, los transbordadores espaciales, el smartphone, la salsa ketchup, el microprocesador, los ordenadores con ratón y a Madusa. Su nombre significa 'Made in Usa' y es única en su categoría. Se llama Debra Miceli, y a sus 46 años maneja un 'monster truck', una camioneta apisonadora de 1.500 caballos de potencia con ruedas de tractor capaz de saltar cuatro metros y de pasearse sobre una fila de coches. También ha sido campeona de lucha libre y de kickboxing, actriz, cantante, cuidadora de perros, fabricante de motos macarras y otras hierbas. Este fin de semana llega a Madrid para disputar la prueba del Monster Jam, la liga de los automóviles más bestias del mundo.

Su coche es rosa chicle con estrellas brillantes y ondas con aire adolescente, y viste neumáticos más altos que una persona. Al verlo, se imagina uno que lo pilota un tipo gigante con pinta de oso, mirada de psicópata y barba de tres días, no una rubia de ojos azules con el flequillo planchado sobre una cara que un día fue de ángel, musculosa, mezcla perfecta y extraña de Sarah Jessica Parker y Silvester Stalone.

Se desconoce si Debra Miceli, nacida en Italia en 1964 y criada en EE UU, jugaba con muñecas, pero pronto pasó a menesteres más enérgicos. De niña, vivía con sus padres en Minnesota, «en la más extrema pobreza». Con veinte añitos iba para enfermera, pero decidió meterse a repartidora de mamporros en los rings más exóticos de la WWF. Así llegó Debra a esos circuitos de dios en los que tipos con mallas apretadas se lanzan unos encima de otros desde lo alto de las cuerdas y 'locos' enmascarados se parten -o así lo simulan- la crisma en cada combate. Se llamaba Alundra Blayze (aún no había llegado Madusa), lo hizo por dinero y no se le dio mal: llegó a ser campeona del mundo en varias ocasiones, tanto en las ligas norteamericanas como en Japón, donde aprendió las técnicas de lucha de los lugareños. Fue la primera no oriental en ganar en aquella ensalada de patadas. En Asia grabó discos, participó en películas y hubo una época en que hasta las niñas llevaban cintas rojas y azules en el pelo para emular a la valquiria gringa.

Una chica de acción. Sin esa etiqueta no se entiende el 'número' que Alundra montó en 1995, cuando después de ganar el título del mundo en la WWF, se fue a la otra liga profesional y tiró su cinturón de campeona a un cubo de la basura durante un programa en directo. En esos días tenía el pelo corto y cardado y vestía un chaleco de cuero: «Soy Madusa y siempre seré Madusa». Alundra había muerto. Seis años después se retiró y pidió perdón por el gesto. A sus ojos, la lucha libre americana se estaba pareciendo demasiado a esos combates 'striper' en los que las chicas se revuelcan en bragas y sujetador.

En sus fotos, posa en bikini, con sus músculos al aire y el resto, exhuberante, cubierto por un sostén y pantaloneta de lentejuelas con barras y estrellas. Todo muy patriótico. Bestia y diva al tiempo, durante su carrera ha sido objeto de reportajes en las revistas más prestigiosas de moda y estilo del mundo.

Al principio de siglo, Madusa seguía en su línea de romper moldes. Regentaba una tienda de construcción de motos custom y un buen día recibió una visita que le cambiaría la vida. Era Mike Weber, ejecutivo de la liga de 'monster trucks', que le pidió que pilotara un camión. «Yo los había visto por la tele, pero nunca en directo. No sabía ni cómo encender uno, pero le dije: 'Vamos a ello'. Al fin y al cabo, necesitaba debajo de mí algo más de potencia que la que puede darme mi Harley».

Diez años después, ha demostrado que tiene algo más que músculos para romper las barreras de género. En 2004, fue campeona del circuito por delante de machotes como 'Maximum destruction', 'El toro loco' o 'Grave Digger', el enterrador de Dennis Anderson, la estrella que le enseñó en Carolina del Norte a conducir su Ford F150, a volar sobre los saltos y a aguantar los barrigazos desde varios metros de altura sin partirse el cuello. «Deseaba esto por encima de todas las cosas. Ser una mujer en un mundo de hombres, en un negocio de hombres... Os diré una cosa, chicas: esto no es fácil».

Madusa es un cóctel de clichés yankees: vive en el gimnasio, practica la Cábala y vota republicano. Le encanta saltar en paracaídas y su plato favorito, su vicio inconfesable por el que pierde la cabeza es comer chocolatinas con un vaso de leche, eso sí, desnatada para no engordar. Ahora vive en Florida, reconoce que en el párking del súper no suele hacer trompos: «Allí conduzco como una monja y me tocan la bocina por lenta», dice, aunque hasta en su prodencia es original y reconoce que su abuela aún lleva una Harley entre las piernas. Además, regenta una tienda de perros que a su vez es joyería chic para las mascotas de la ciudad. Desde el pasado año hay rumores de que volverá a la lucha libre, mientras muchos dicen que podría estar mayor. Madusa no está de acuerdo: «Soy como el buen vino, que mejoro con la edad».