el triunfo de la memoria

Gaokao: el examen más duro del mundo

Vigilados por cámaras, 9,3 millones de estudiantes chinos se enfrentan a la selectividad. Las obras se paran y algunos taxis son gratis. Programados para competir, el 75% es incapaz de expresar sus sentimientos

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Gaokao. Solo con pronunciar su nombre, a los adolescentes chinos se les pone la carne de gallina. Zhu Weili que lleva varias semanas con unas pesadillas que, seguramente, le perseguirán una buena temporada. Entre ayer, hoy y mañana se juega su futuro en la selectividad más exigente del planeta junto a otros 9,3 millones de compatriotas que convierten el examen también en el más multitudinario del mundo. Y Zhu no se conforma con un aprobado raspado. Este estudiante de Shanghai tiene sus ojos puestos en una de las mejores universidades de la capital económica de China: Fudan. «Quiero estudiar Químicas y sé que me tengo que esforzar al máximo para que me dé la nota».

A eso ya está acostumbrado Zhu, porque la vida del estudiante chino es una carrera de obstáculos desde que accede a la primaria. «Primero hay que conseguir ser líder de la clase, del curso o de la escuela. A estos se los identifica con una pequeña placa blanca que se cuelga de la manga de la camisa y que puede tener entre una y tres barras rojas. A más número de barras, mejor estudiante es el niño». La competitividad entra pronto en su cabeza.

«Quizá demasiado pronto», argumenta Xu Anqi, sociólogo de la universidad a la que quiere acceder Zhu. «La familia, en realidad la sociedad al completo, presiona a los niños para que compitan y deja a un lado el compañerismo. Los padres se olvidan de que sus hijos no son máquinas, y solo se preocupan de las notas, no de que sean buenas personas».

Quizá por eso más de la mitad de los chinos que cursan estudios de primaria no tiene nada de qué hablar con sus padres, y el 75% es incapaz de comentar sus sentimientos, según un reciente estudio realizado por la revista 'Zhixin Jiejie', que también ha dejado al descubierto que un 89% de los progenitores reconoce preocuparse únicamente por los resultados académicos de sus descendientes. «Si no le exijo que estudie más ahora, quedará relegado y me odiará por ello en el futuro», se defiende Tian Hong, una madre de la ciudad de Xi'an, que también se considera víctima del sistema educativo.

No es de extrañar que estos tres días de la selectividad sean tan duros para los hijos como para los padres. El país entero contiene la respiración, aunque este año el porcentaje de quienes lograrán la plaza buscada alcanzará el 72,3%, cuatro puntos más que en 2010.

El triunfo de la memoria

Pero las estadísticas no consiguen relajar el ambiente. Hasta los taxistas de la ciudad de Fuzhou ofrecen gratis sus servicios a los estudiantes. Y desde el día 1 de este mes, varias provincias han obligado a detener las obras más ruidosas para crear un entorno que favorezca el estudio. Todo ello va sumando presión sobre los jóvenes que ahora se enfrentan a las preguntas de cinco o seis exámenes repartidos en 310.000 aulas.

«No somos buenos compañeros. Nuestra ambición es estar lo más arriba posible. Siempre estamos mirando con envidia al resto, así que es mejor no pedir los apuntes a nadie», se lamenta Zhu. Y son vitales, porque conseguir el objetivo de matricularse en la universidad de sus sueños es más un ejercicio de memoria que de inteligencia. «Esa es la principal crítica que recibe el sistema educativo chino», añade Xu. «Es cierto que no se incentiva ni la creatividad ni el espíritu crítico, pero el sistema tiene éxito. Los estudiantes chinos triunfan en el extranjero».

Xu sabe lo que dice. Las universidades más prestigiosas del mundo están copadas por chinos. Desde Harvard hasta Cambridge, pasando por las mejores de Australia, Francia y Alemania. China es el principal productor de talentos del mundo: a finales de 2010 y según estadísticas oficiales, 1,27 millones de chinos estudiaban fuera de sus fronteras. Además, en el último informe PISA, que radiografía las habilidades de los estudiantes por todo el mundo, la ciudad de Shanghai se estrenó entre las mejores.

Es fácil entender las razones. El gaokao es la prueba suprema, pero antes hay que derribar otras murallas. «Recuerdo con mucha angustia el zhongkao, la prueba que da acceso al instituto», cuenta Huang Luwen, licenciada de Ingeniería de Polímeros en Fudan. «Mis padres querían que entrase en uno de los mejores, como primer paso para alcanzar una plaza en Fudan». Tenía que acceder a una de las 'escuelas clave', como se conocen en China a los centros con mayor calidad y recursos. «Nuestra vida hasta entrar en la universidad es un infierno», reconoce Huang. «A partir de ahí todo es más sencillo».

Pero primero hay que aprobar el gaokao. Para conseguirlo, hay quien incluso falsifica documentos que prueban su pertenencia a alguna de las 55 minorías étnicas del gigante asiático, que cuentan con facilidades para acceder a la enseñanza superior. Pero, sobre todo, lo que abundan son los copiones. Y nada de pequeños trozos de papel escondidos en la correa del reloj, no. Lo que se lleva en China es la alta tecnología. Hasta el punto de que, en este caso, antes de iniciar las pruebas ya habían sido detenidas 62 personas acusadas de vender equipos electrónicos que permiten comunicarse con el exterior. Pero hay que tener cuidado porque varias cámaras de vigilancia están al acecho. El año pasado, un 0,02% de los estudiantes fueron suspendidos. Se demostró que habían hecho trampa.

Los 15 intentos de Shi

No es el caso de Liang Shi, un hombre de 44 años que ha saltado a la fama porque se presenta por decimoquinta vez, y junto a su hijo, a la selectividad china en la capital de Sichuan, Chengdu. «Solo quiero hacer realidad mi sueño», declaró al diario 'China Daily'. Pero su sueño de estudiar matemáticas en la Universidad de Sichuan va camino de convertirse en pesadilla. Necesita 500 puntos para hacerlo realidad, y su mayor puntuación supera por poco los 400. Así que, desesperado, reconoce que quizá el año que viene no se presente.

Aunque el examen es, en teoría, igual para todos, Daniel Méndez, autor del estudio 'Universitario en China', considera que las diferencias regionales son las que más afectan a las oportunidades que cada chino tiene de acceder a una buena educación. «Los locales tienen preferencia para entrar en las universidades de su propia provincia, con lo que aquellos que viven en Pekín y en Shanghai, donde se encuentran los mejores centros educativos, son los más privilegiados del sistema», escribe Méndez. «El corte de acceso se organiza por provincia o región autónoma, de tal forma que los estudiantes compiten solo con los de su propia zona administrativa. Esto provoca que los aspirantes de unas regiones tengan más posibilidades que otros, aunque sus notas sean iguales».

Por eso, en las zonas más depauperadas, la educación cobra todavía más importancia. Como bien dice Yang Dian, madre de dos retoños que van a la escuela en la provincia minera de Shanxi: «es la única salida que tienen los más jóvenes de acceder a una vida mejor».