MILENIO

GRAN DESEO

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El líder Arenas, ariete del PP andaluz, con la venia del gaditano Antonio Sanz, su fiel hombre de confianza, anda intentando ajustarle las cuentas al PSOE por mil cuestiones propias y ajenas. Le exige al también ilustre como él, pero más templado, al ilustre Griñán, el sufrido dirigente que vio alterada profundamente su remansada vida, que aclare lo del 'fondo de reptiles' y otras cuestiones como los Eres y diversas menudencias más o menos gravosas..

Pero si Arenas es un trueno Sanz es el siroco, ese aire seco y malvado que nos llega desde el más allá del Sahara. Y es que el letrado (abogado) Arenas se nos ha venido arriba con el triunfo espectacular de su escudería política. Y está gozando el susodicho como un quinceañero. Se lo merece con creces. Lleva sufriendo a las disciplinadas huestes del Puño y la Rosa desde los tiempos de los guateques domingueros que organizaban efectivos de la Acción Católica.

Arenas, además de líder andaluz de las columnas del silencioso Rajoy, quien, por cierto, y según venenosos rumores lo señalan como el 'cerebro' de un cambio en marcha de la Constitución española, tiene un punto (Arenas) imprevisible de nuestros antepasados anarquistas. Terrible rumor, pues como dicen los lugareños, «con las cosas de comer no se juega». Pero el citado Arenas es disciplinado y pese a que su origen natal es tierra de gente brava y libertaria, no da ningún cante liberticida. Al contrario. Desde el irrepetible Aznar hasta el superviviente Cascos lo tienen presente en sus oraciones.

Su gran deseo jamás ocultado es llegar a ser presidente de la Junta y está dispuesto a cualquier sacrificio por lograr tan alta meta. Lo decían los grandes y piadosos padres de la Iglesia «Para qué quieres conquistar el mundo si pierdes tu alma». Absoluta lógica. Pero Arenas tiene más de navegante sin horizontes conocidos que de ejecutivo político repitiendo cada día las numerosas letanías malintencionadas que se utilizan en el espacio público. La sufrió con abundancia el ausente Chaves, Manuel, al que los cuadros populares no lo dejaban ni respirar. También Arenas entró en ese juego malvado, pero con menos profundidad y malicia que un González Pons o una decidida señora como la presidenta de Madrid y sus diferentes y numerosos extrarradios dominados por navajas plateadas y advenedizos buscadores de prodigios aislados. El líder Arenas tiene el clásico perfil del pecador que acaba siendo un arrepentido de sus pecados políticos. Pero seguirá pecando hasta la consumación de los tiempos.