Opinion

¿Revolución o placebo?

Ahora sabremos si las redes sociales son herramienta para la movilización o placer para impacientes

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El extraordinario eco global de las concentraciones urbanas de los indignados impulsadas por la potente herramienta mediática que se expande por la Red arrastrando en su aspiración a multitudes de internautas ha generado, de momento, más preguntas que respuestas. Del movimiento de los acampados en las plazas se han buscado analogías que van desde la recurrente, e improbable, Mayo del 68 en París, al levantamiento de los oprimidos en toda la orilla sur del mediterráneo, a la caída del capitalismo o una gran revolución cívica de incalculables consecuencias para el orden establecido. A los 'indignados' se les ha identificado con un cóctel social donde se reflejarían casi todos los estratos de la sociedad. Una gran ola que propulsaría en la misma dirección y a la misma velocidad a jubilados hartos de sopas de sobre, funcionarios asqueados de vivir en la mediocridad, mileuristas aspirantes a vivienda, boda y familia numerosa, izquierdistas genéticamente clonados de las luchas del tardo franquismo, voluntarios de ongs, animalistas, parados de larga duración y tertulianos de sofá y mando a distancia. Un refrito de consignas que recuerdan vagamente ecos sesentayochistas y algunas propuestas sobre el pago de hipotecas y la nacionalización de viviendas parece empezar a componer la necesaria argamasa programática que le dé sentido a la gran aspiración de la democracia real imaginada. Eso y la aversión a los partidos políticos establecidos. Quizás a unos más que a otros pero fundamentalmente aburridos del lenguaje, las formas, los usos y los abusos de los administradores del sistema.

Pero el tendido sobre el que circula la energía que ha sacado de su apatía a mochileros y pensionistas y ha rescatado a miles de desencantados a punto de prejubilarse que vibraron con la mayoría absoluta de Felipe en el 82, se asienta en las redes sociales, especialmente Twitter, una herramienta que se ha colado en la intimidad de los hogares y desde ahí ha invadido prensa, radio, TV, Internet, y todos los soportes imaginables. Aquí reside una de las incógnitas sobre cómo evolucionará la ecuación entre medio (Twitter) y el mensaje (sublevación pacífica) en los próximos tiempos. En ese proceso se podrá comprobar si las redes sociales constituyen aquí y ahora, en este país, una herramienta para la movilización o un placebo para impacientes, solitarios y hartos. A golpe de clic puedes hacer amigos y seguir sus pasos al instante, conseguir que tu opinión dé la vuelta a la red, llegar antes que la prensa convencional a determinadas informaciones, convertirte en protagonista, influir, dar la cara o esconderte en el proscenio, seguir a tu líder o ser tú el flautista de Hamelín que encandile a otros. El peligro para los sublevados es acabar aislados en el mundo virtual y confundir los ecos y las voces.