La bolsa o la visa
Actualizado: GuardarY de pronto, un día, se levantaron todos ecologistas. Ya me imagino la escena, modo serie de televisión de ahora: cristaleras que asoman a una ciudad de rascacielos, mesas enormes de metacrilato brillante negro, como salidas de un cuento de Bob Shaw, sillones giratorios tapizados en piel de gacela, una enorme pantalla plana detrás y, naturalmente, sobre la mesa, en vez del portátil de turno o la PDA, que somos ya modernos, el iPad donde van apuntando ellos sus cosas. Y alguien muestra una gráfica y dice: con tantas ofertas de tres por dos, días de platino, semanas fanáticas, sorteos de viajes al Caribe y la compra gratis, no nos cuadran las cuentas. Hay que hacerse ecologistas.
Y ecologistas son hoy todos. Ya se sabe: usted pone una tienda de zapatos y el de la tienda de zapatos de enfrente le copia en seguida el diseño del escaparate (ahí tienen al McDonald's cambiando de colores para que no los confundan con la competencia). Crea usted una línea de moda exclusiva y a los diez minutos ya está pirateada en el chino de la esquina.
Lo mismo con las bolsas de la compra. Alguien tuvo la feliz idea de decir que eran malísimas (seguro que hizo un máster en los EE UU de A., donde según las pelis usan bolsas de papel por la que asoma siempre el apio, pero no tienen asas), y que lo bueno era llevarse el cliente una bolsa de casa. Pero, por si acaso, y esa es la madre del cordero, si usted no trae la bolsa y siente la tentación de comprar 'ipso facto', porque para eso se gastan las empresas un perraje en publicidad, no se preocupe señora que nosotros le vendemos una bolsa, o las que quiera, no vaya a ser que se le caigan los productos por la calle y/o se fastidie usted la espalda. Y en esas andamos.
Ha caído esta semana el último bastión: ahora, en todas partes cuecen habas, quiero decir que en todas partes ya no dan bolsas. Las venden. O sea, que si necesita usted diez bolsas porque hace una compra grande, la broma le sale un poquito más cara. Porque el plástico, ya se sabe, es malísimo y contamina. Pero, por si acaso, lo cobramos aparte, no vaya a ser.
¡Clink! ya cuadran las cuentas.
Lo que no saben es que es verdad que se compra más cómodo llevando de casa las bolsas grandes de hule o de franela. Y que, los muy tontos, se pierden la publicidad gratuita que les hacemos cuando vamos caminito de casa fardando de comprar en sus establecimientos: anda que por lucir logotipos no ganan una pasta gansa los futbolistas.