LA RAYUELA

15-M, otra lógica, otra política

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Llegamos a junio, el verano se aproxima y el 15-M, sigue ahí, en la Plaza del Sol, la de Cataluña o el Palillero. Nadie sabe aún si será flor de primavera o el comienzo de una tormenta que se lleve por delante la tranquila partitocracia en que la democracia española se ha adormecido. ¿Hasta cuando permanecerán encendidos los focos mediáticos sobre el movimiento? A pesar de la torpeza de los Mossos desalojándoles y del empeño de muchos jóvenes reporteros mileuristas por construir un relato épico, su presencia retrocede paulatinamente en las mesas de redacción.

Así que o el movimiento se articula y organiza para dar respuestas que tensionen imaginativamente la realidad sin violencia, o desaparecerán bajo el sopor de la siesta mediática veraniega. Para ello necesita configurarse como un sujeto o agente del cambio social, lo que exige una organización o estructura y un programa unitario que sepa articular las propuestas «esenciales» en objetivos concretos.

A la gente y a la clase política sus propuestas les parecen utópicas o ingenuas porque el neocapitalismo ha impuesto una versión de lo real y posible que la izquierda no ha cuestionado desde la llegada al poder de neocons como Reagan o Thatcher, en los ochenta. Por ello, cualquier otra lógica política es descalificada por «extremista». 15-M estuvieron y están los jóvenes parados, sobre todo universitarios, pero a ellos se han ido uniendo otros colectivos en diversas fases de exclusión social por efecto de la desregulación neoliberal. Son los precarios o precarizados de diversa naturaleza (parados de larga duración, prejubilados, etc.) llamando a las puertas de un sistema que les niega el pan y la sal.

Más allá de que sus acciones y votos en blanco hayan favorecido recientemente a la derecha en las urnas, sus planteamientos se corresponden con los de un socialismo utópico del S-XXI y sólo desde aquí es posible un acercamiento que haga posible futuras convergencias con los partidos institucionales. Puede ser el punto de partida de la renovación de la socialdemocracia, el nacimiento de un partido como el de los Verdes alemán o apenas un aguacero primaveral.

Sólo piden lo imposible, cambiar lo más hiriente del neo capitalismo (paraísos fiscales, especulación financiera, bonus a los ejecutivos y banqueros, etc.) y perfeccionar una democracia, desnaturalizada por la subordinación de la política a los mercados y la esclerotización burocrática de los partidos. Una democracia participativa que controle a los políticos para que estos a su vez controlen a los mercados. Todo un programa que la inmensa mayoría de los ciudadanos comparte, pero ninguna institución defiende.