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Saleh sobrevive a un ataque contra el palacio presidencial yemení
El atentado supone un paso más en la brutal escalada de violencia que sufre el país desde que el jeque Al-Ahmar se hizo fuerte en Saná
Actualizado: GuardarLa guerra sigue eclipsando día tras día a la revolución yemení. Un ataque al mediodía contra el complejo presidencial de Saná costó la vida a cuatro miembros de la Guardia Republicana y causó heridas al presidente Alí Abdulá Saleh y algunos de sus más cercanos colaboradores. Un proyectil impactó contra la mezquita del complejo a la hora del rezo, un momento en el que como cada viernes desde el inicio de la revuelta, miles de partidarios de Saleh venidos de todo el país se encontraban en los aledaños del Palacio, junto a la plaza de Sabeen, para mostrar su respaldo a la persona que dirige la nación desde hace 33 años.
Aunque en un primer momento se difundió el rumor de la muerte del presidente, un comunicado oficial difundido por la agencia Saba aseguró que se encontraba «bien y con buena salud» y que pensaba comparecer ante las cámaras para dirigir unas palabras a la nación. En el ataque resultaron heridos graves el presidente de la Cámara Alta del Parlamento, Yehia al-Rai, y el gobernador de Saná, Neeman Duid, y sufrieron lesiones leves el primer ministro, Alí Mohamed al-Muyawar; el presidente de la Cámara Baja del Parlamento, Abdelaziz Abdelgani; el viceprimer ministro para Asuntos de Defensa y de Seguridad, Rashad al Alemi, y el secretario de Prensa de Saleh, Abdo Boryi. El Ministerio de Defensa acusó a los seguidores del jeque Saleq al-Ahmar de estar detrás de la acción.
Este ataque supone un paso más en la escalada de violencia en la que vive sumida la capital desde que a comienzos de la semana pasada los hombres de Al-Ahmar, el líder tribal más importante del país, tomaran varios edificios oficiales, entre ellos la sede principal del Congreso General Popular, partido político de Saleh. Hasta el momento los combates se centraban en el norte de Saná, pero el bombardeo del complejo presidencial extendió el conflicto hasta Hadda, en el sur y en una zona donde se encuentran gran parte de las representaciones diplomáticas como la española.
«La respuesta del Ejército está siendo durísima, la lucha se ha extendido por toda la ciudad», aseguraba un diplomático europeo atrincherado en su Embajada a la espera de instrucciones desde su país de origen para abandonar o no Yemen al igual que ya han hecho varias legaciones. En las imágenes difundidas por varios canales árabes se podía ver una capital sumergida en el humo de las explosiones. El aeropuerto de Saná está abierto aunque las compañías aéreas no operan y desvían los vuelos a Aden.
El jeque Al-Ahmar negó a través de un comunicado cualquier implicación en el atentado contra el palacio presidencial y acusó a Saleh de orquestar el ataque para justificar los bombardeos y el inicio de una guerra abierta contra toda la oposición. Los yemeníes se echaron a las calles a finales de enero para pedir la dimisión de Saleh siguiendo los ejemplos de Túnez y Egipto, desde entonces una multitudinaria acampada permanece instalada frente a la universidad de Saná en la rebautizada 'plaza del cambio'. Pero Yemen es peculiar y el presidente logró también congregar a sus fieles en el centro de la ciudad en la plaza Tahrir y reunirles frente al palacio presidencial cada viernes, por lo que capital vive desde enero partida en dos.
Guerra tribal
Los opositores han defendido una revolución por medios pacíficos y por ello no se alinearon con el jeque Al-Ahmar cuando este inició su levantamiento a finales de mayo. Tras el ataque a Saleh se produjeron algunos ataques directos contra la acampada «por parte de seguidores del presidente que clamaban venganza», asegura un periodista local consultado por teléfono y que pedía que no se mezclen «la guerra tribal con las reivindicaciones revolucionarias de un pueblo que pide democracia y respeto a los derechos humanos».
Tras varios intentos de mediación por parte de la comunidad internacional, Saleh se ha negado a firmar cualquier acuerdo para su salida del poder y ha acusado a Al-Qaida en la Península Arábiga de estar detrás del alzamiento popular. Hasta el momento el Ejército -el grueso de las fuerzas armadas permanece fiel al dirigente que en las últimas décadas se ha encargado de situar a familiares y personas de toda confianza en los puestos clave- había respetado la acampada de la 'plaza del cambio', pero los opositores temen un desalojo sangriento similar al sufrido el fin de semana en Taiz, la segunda ciudad del país, en el que murieron decenas de civiles.