EL MORBO DE GOBERNAR
Actualizado: GuardarE scrito quede con cierta ternura: el posible presidente del país a partir del próximo año, Mariano Rajoy, alto funcionario del Estado y líder del centro derecha político del país, tiene una imagen en blanco y negro, ligero aroma de indefinición y una ausencia, salvo pruebas en contra, de proyectos políticos a medio y largo plazo que hasta sus colaboradores más cercanos desconocen. Ítem más: a lo largo de dos años, meses arriba o abajo, Rajoy ha estado menos valorado por la ciudadanía nacional que el todavía presidente del Gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero. Sin embargo, el centro derecha ha arrasado a las gastadas filas socialistas en las pasadas elecciones regionales y locales.
Es como en una compleja trama de intriga que se escapa a los sentidos de los ciudadanos si consideramos que Zapatero estaba enfrentado los enormes estragos de la crisis que ha arrasado en los últimos años a la mayoría de las sociedades instaladas en el desarrollo occidental. Zapatero fue absorbido por un "agujero negro" de la convulsión y magnitud que no ha dejado piedra sobre piedra, permitan la metáfora, en países como Grecia, Islandia, Portugal y Polonia. Y lo que queda por llegar, pues el mundo financiero internacional permanece imperturbable en las trincheras del saqueo mundial.
Hasta Griñán, el líder andaluz, permanece en estado líquido y opinando lo justo sobre tanta complejidad para, igualmente, no errar más de la cuenta. Y al margen de todo ello, el funcionario Rajoy sigue sin desvelar sus planes de futuro y su recetario para salir de este infierno de la crisis supranacional. La prudencia, a veces se confunde con la impotencia. En todas partes, incluida esta tierra de María Santísima, donde presidentes del poder político lo abandonan para convertirse en escritores de novelas "negras" (Escuredo) o en poetas de un lirismo exquisito y social como Machado (Alcaraz).
Por consiguiente, Rajoy es lugareño de carácter, tímido por pura química, parco en palabras porque le sale de sus entrañas y sobón de sus proyectos políticos que a nadie rebela. O sea, para los sureños como nosotros, una especie de extraña criatura de los infinitos espacios celestes. Se lo dije una vez al presidente Escuredo, antes de que dejara la política por la literatura: "Rafa, gobernar tiene más morbo que escribir novelas. No te equivoques".