REFLEXIONES

NADAL Y JOSE

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El pasado lunes Rafa Nadal, tras ganar su partido en Roland Garros ante Ivan Ljubicic, manifestó a los periodistas que si seguía jugando así seguramente no tendría nada que hacer en una hipotética final contra Novak Djokovic, su gran rival en la actualidad. El número uno del mundo, el tenista español más laureado de todos los tiempos y uno de los mejores deportistas nacionales de toda la historia podría estar vacilando, chuleando delante de la prensa porque lo ha conseguido casi todo. Sin embargo es capaz de hacer autocrítica, de reconocer sus errores. Con esa humildad, en primer lugar baja de los altares y se sitúa a la altura de los humanos aunque a veces tenga golpes de extraterrestre, y en segundo lugar muestra públicamente su afán de superación, una virtud que un buen deportista nunca debe perder.

Un día antes, el cadismo volvió a sufrir otra debacle. Soy de los que piensan que posiblemente no había plantilla para ascender y, después de no quedar primeros, la empresa se antojaba casi imposible. Lo que no me esperaba era que nos remontaran un 2-0 pero mucho menos lo que ocurrió tras el tanto de Pachón. Ahora todo el mundo hace leña del árbol caído, algunos de forma cruel como la sexta línea de batalla del pseudoperiodismo, que aprovecha las pachangas radiofónicas para insinuar que había futbolistas a horas intempestivas en la calle poco antes de salir para Miranda de Ebro. Eso sí, sin dar nombres y apellidos para que el dolorido aficionado se tome la justicia por su mano con el riesgo de que paguen justos por pecadores.

De todas formas, lo que no me esperaba era la reacción de Jose contra el árbitro. Que conste que no estoy de acuerdo con las críticas que señalan al técnico amarillo como el gran responsable de la derrota. Pero por la misma regla de tres tampoco puede ser el colegiado el único culpable. Un poco más de autocrítica, esa misma que hace el número uno del tenis mundial.

Y le va fenomenal.