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«Hay que dejar volar al flamenco»
El montaje, que recibió el Giraldillo en la Bienal de Sevilla, repasa los estados de ánimo por los que atraviesa un artista El coreógrafo y bailarín Rubén Olmo trae al Gran Teatro Falla su 'Tranquilo alboroto'
CÁDIZ. Actualizado: Guardar«Hace 10 años que no piso el Falla y estoy muy contento de que me haya tocado venir con el ciclo Flamenco Viene del Sur». El bailarín Rubén Olmo (Sevilla, 1980), hace un parón en sus ensayos para atender a LA VOZ en la jornada previa a su presentación en Cádiz de 'Tranquilo alboroto', el último espectáculo de este joven artista considerado por la crítica como uno de los mejores del momento. «Claro que me importa lo que digan los expertos, sobre todo, lo malo. Así me ayuda a perfeccionar los montajes. Si la crítica es buena o te dan un premio, te agrada muchísimo, es una tontería decir lo contrario», cuenta.
Uno de los galardones que más ilusión le ha hecho a Olmo ha sido el Giraldillo de la Bienal de Flamenco de Sevilla de 2010, precisamente con este coreografía. Un montaje entendido como el más reflexivo del sevillano, que ya cuenta con compañía propia. «'Tranquilo alboroto' está unido a muchas cosas. Tiene que ver con los estados de ánimo que a traviesa un bailarín, de momento muy sereno, de repente, estresado al máximo. Tiene también que ver con la mezcla entre lo clásico y tradicional con lo más vanguardista y contemporáneo», explica el artista, que en sus inicios trabajó, entre otros, con Javier barón, María Pagés, Aída Gómez, además de formar parte durante años del Ballet Nacional de España. En 'Tranquilo alboroto' Rubén Olmo ha querido expresar además el trabajo de un coreógrafo. «El ensayo de las compañías, el cansancio diario, el respeto y la disciplina del cuerpo de baile», apunta.
Aunque hay más tras este exitoso montaje. Este binomio danza-flamenco rezuma emoción y agradecimiento. «Hago una especie de homenaje a la personalidad de Manuela Vargas, creo que ha hecho grandes cosas y que no se le ha valorado como lo merece». Por esta razón, Olmo se viste con atuendo femenino, traje de flamenca y volantes, para dar vida a la Vargas por mirabás.
Otra de las piezas del espectáculo preferida del bailarín es la 'falsa farruca', coreografiada por su amigo y compañero de trabajo Israel Galván. «Nos lo hemos pasado muy bien juntos. Le admiro mucho porque es un coreógrafo transgresor, me encanta su línea contracorriente. Para mí es el bailaor del siglo XXI», continúa el sevillano. De hecho, esta simulación del baile de la farruca si hubiese sido gallega -gaitero incluido-, tiene, según Olmo, visos de pasar a la posteridad. «Creo que va a quedar como uno de mis episodios clásicos y, en sí, para siempre, todo el que lo ve se quedado prendado con esta parte del montaje». A la mismísima Matilde Coral levantó del asiento la parte final de 'Tranquilo alboroto', cuando Rubén Olmo baila en solitario y hace volar su mantón cual Ave Fénix. «Con esta parte quiero hacer un llamamiento a todo el mundo para dejar que el flamenco vuele, pueden evolucionar de muchas formas».
La evolución del artista la ha comprobado ya toda España. A pesar de haber atravesado algunos momentos muy duros -estuvo dos años sin compañía- Olmo reconoce estar viviendo ahora en un nube. «Estoy disfrutando muchísimo, tengo varios proyectos, pero me siento muy tranquilo, no tengo mucha ambición. Ahora sé que lo que tenga que ser, será, y lo que no, pues no vendrá», sentencia. Se despide de la periodista, aún sudando por el esfuerzo del ensayo. Pone orden en su compañía y, todos juntos, vuelven a derrochar talento y garra. A Olmo sí le importan las críticas, y el público del Falla ya se sabe, es exigente.