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El último héroe

La figura de José Tomás enlaza con los capitanes de Flandes, los místicos del Renacimiento...

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El día 23 de julio en la plaza de toros de Valencia, quince meses después de que un toro bravo, de nombre 'Navegante', le mandase a la enfermería con un boquete de veinte centímetros en las ingles y la arteria femoral arrojando sangre a borbotones pisará la arena el último héroe moderno de este país nuestro. José Tomás se paseó en Aguascalientes (México) por el tercio donde las almas están más cerca del cielo que de la tierra.. Como ha escrito Javier Goma en 'Aquiles en el gineceo' el auténtico héroe de la mitología griega quiso abandonar la protección de su madre Tetis y enrolarse en la guerra de Troya sabiendo que se dirigía a su final como un héroe para cumplir la necesidad moral de aceptar su mortalidad. José Tomás, sobrino nieto de Victorino Martín, revolucionario de las distancias frente al toreo comercial de las últimas décadas, aparece en nuestra actual Celtiberia vulgar, mediocre y apagada como un destello de leyenda. Desafiando una y otra vez la muerte eleva cada vez más la estatura de su mito. Su manera de desafiar el riesgo para dejar una huella en la historia y ocupar nuevos territorios de la tauromaquia enlaza no solo con las grandes figuras del toreo de principios del XX, Joselito y Belmonte, sino con el legado de los capitanes de Flandes, los sublevados del 2 de mayo, los místicos del renacimiento, los ilustrados de Cádiz y otros gigantes de nuestra historia.

Si el gran crítico taurino Joaquín Vidal no se hubiese ido tan prematuramente, el próximo 23 de julio desde su localidad vigilaría con los sempiternos prismáticos la geometría de las distancias que dibujará José Tomás -s. d. q.- en la arena de Valencia. Porque entre el héroe y el pusilánime solo media un par de cuartas mal contadas. Si le enseña el medio pecho al animal y deja correr la zapatilla hasta ocupar parte de la diagonal por donde la querencia del toro le llevará a acometer la muleta, el torero de Galapagar habrá superado una vez más el umbral de miedo habitando el terreno de los héroes. Otros antes que él volvieron a las plazas después de terroríficas cornadas. Pero ya no fueron los mismos. José Tomás ha ido y vuelve dando la espalda a la propaganda mediática, a la esencia de nuestra época en que la comunicación equivale a dejarse aspirar el flujo sanguíneo por los canales multimedia. Él ha convertido el silencio en medio de comunicación y el toreo en teatro, rito y en instante irrepetible.

En una época gris, llena de miedos al porvenir, plagada de valores comerciales que se pagan con tarjeta de crédito en la caja de las grandes superficies, un hombre rodeado de silencio se prueba en el campo ante ganado bravo, amortiguando con dolor el hormigueo de una cicatriz que le recuerda el delgado filo que separa la vida y la muerte en la arena.