LA JUSTICIA, ESTÚPIDO
Actualizado: GuardarLas gentes en la calle, los pies en el suelo, 15M, preciosidad. Con ver la cara de alguno ya valió la pena. La reacción en casa, las suelas en las aceras y la libertad acariciando los flequillos. El hartazgo en sí era suficiente razón para ponerse los adoquines por montera. Hartos de chorizos, de mangazos, de tontos de baba y España en la calle, paseándose a cuerpo. Ni objetivos concretos, ni discursos. Aire, viento y voz.
Fernando me pregunta si está mayor y algo nazi por echarse las manos a la cabeza con el final del cuento. Y no. Porque las oportunidades perdidas duelen más que la falta de oportunidades. Porque se trataba de ponerle la faca en la garganta al poder, de unir al campesino y al emprendedor, al ama de casa, al estudiante y al jubilado, y conseguir cosas. Pocas y una a una. Y no de dar clases de reiki. Va uno a la plaza a reverdecer libertades propias y ajenas y termina por pintar unas pancartas sobre tertulianos, pedir menús veganos en los organismos públicos, la abolición de los toros, el respeto de las reglas del ping pong de alto nivel, y por dar un discurso de ocho minutos en una comisión de espiritualidad y feminismo. O por hacer el imbécil delante de una cámara de televisión. Salir a hacer algo y reliarse es muy español: ir al mercado y terminar en la peña cantando por Villegas. Un clásico, vale. Pero se trataba de dar pan a las gentes, no estilos de vida. Es la justicia, estúpido.