Sociedad

Tras recibir mil y un homenajes, Vicente del Bosque vuelve al tajo con el reto de sembrar la paz entre las estrellas del Barça y del Real Madrid

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Cuando Andrés Iniesta recibió un pase quirúrgico de Cesc Fábregas, todo el mundo contuvo la respiración. El centrocampista español controló el balón, armó su pierna derecha y fusiló con precisión al meta holandés, Marteen Stekelenburg, que apenas pudo rozar la pelota. Gol. Uno a cero. Era el minuto 116 de la prórroga de la final de la Copa del Mundo 2010.

Iniesta bramó, loco de alegría, y se quitó de un furioso manotazo la camiseta azul. Sus compañeros se le echaron encima chillando, abrazándose, alzando las manos al cielo. Los suplentes saltaron al campo y se mezclaron con los titulares en una desordenada coreografía de besos, palmotadas y aspavientos. En la tribuna de comentaristas, el antiguo seleccionador nacional José Antonio Camacho se desgarraba la voz con un «Iniesta de mi vida» al borde del llanto. Incluso el príncipe Felipe, sentado en el palco de autoridades, olvidó por una vez la etiqueta para pegar un formidable brinco y soltar un grito. En ese minuto exacto, pero a diez mil kilómetros de distancia, en España, hubo cohetes, berridos destemplados y cánticos joviales. Solo una persona mantuvo la serenidad, como si aquello fuera un simple pasatiempo no demasiado importante: Vicente del Bosque, seleccionador nacional, se levantó de su silla e hizo un leve, casi imperceptible, gesto de triunfo. Ni siquiera sonrió. Siguió mascando chicle.

Un año después, aquel hombre impasible y bigotón, que parece sacado de un cuadro de El Greco, se ha convertido en marqués de Del Bosque, Premio Príncipe de Asturias, doctor honoris causa por la Universidad de Castilla La-Mancha, premio extraordinario de Enfermería, hijo predilecto de Salamanca, Gran Cruz 2 de mayo, embajador del vino, Antena de Oro, premio del Ejército del Aire, premio Familia Numerosa 'José Ramón Losana', Cuchara de Palo de Guarromán (Jaén), premio a la mejor sonrisa del año del Consejo General de Odontólogos, Paloma de Plata de la Escuela de la Cultura de Paz de Sevilla, Goyesco de Honor de la peña taurina femenina 'Las Majas de Goya', cofrade de los Amigos de los Nabos de Morcín (Asturias), premio Bizkaia de los periodistas deportivos vizcaínos... «No sé cuántos van», confiesa. Más de cincuenta.

Vicente del Bosque atiende a V un día antes de ofrecer una nueva lista de convocados para la selección nacional. Su agenda está repleta de anotaciones, horarios y circulitos. «Hemos tenido que corresponder al afecto y a la simpatía que nos han demostrado en toda España», explica con modestia. El seleccionador no utiliza el plural mayestático por afectación, sino por considerar que todas esas distinciones no van con él: «Cuando volvimos de Sudáfrica no me esperaba esto; pero creo no tiene que ver con Vicente del Bosque a título personal, sino con la selección. O incluso más allá, con nuestro fútbol, con nuestra manera de entender el juego». Probablemente, Del Bosque tenga parte de razón: sin haber conseguido el título mundial en Sudáfrica, jamás habría podido aliñar esta formidable ensalada de premios. Pero también es justo reconocer que don Vicente cae bien. Irradia sencillez y bonhomía. «Pensamos en él por su carisma y por todo lo que representa. Luego, en el trato, me pareció una persona muy normal; un tipo encantador, amable con todos», enfatiza José Sariego, de la Cofradía de Amigos de los Nabos de Morcín (Asturias). Por esa misma razón, la Universidad de Castilla-La Mancha le concedió meses después un doctorado honorífico: «Para Del Bosque el fútbol es un juego de gente sencilla, cargado de belleza, que exige poseer buenos hábitos, respetar al rival y rechazar la soberbia», glosó Luis Miguel Ruiz, catedrático de la Facultad de Ciencias del Deporte.

«No tengo premios favoritos -zanja el seleccionador-. Todos, desde el más célebre al más íntimo, han sido recibidos con agrado. Ni hemos sido selectivos ni hemos valorado unos más que otros». Del Bosque lamenta no haber podido atender todas las peticiones, aunque se ha pasado diez meses viajando de una punta a otra del país: «Y todavía hay gente deseosa de mostrar su cariño por la selección», suspira. José María Suárez Gallego, presidente de la Orden de la Cuchara de Palo de Guarromán (Jaén), se quedó de piedra cuando vio todo el revuelo que levantaba su presencia: «Llegó asediado. Todo el mundo quería hacerse fotos con él. Le pedían autógrafos, le estrechaban la mano... El atendía a todos con una sonrisa, sin una mala cara, sin un pero. Yo le dije: 'Vicente, si tengo que pasar yo por esto, antes rajo el balón de la final'. Él me replicó que entendía que todo esto formaba parte de su trabajo».

Memorias de África

Vicente del Bosque no ha vuelto a ver la final del Mundial. «Quizá he revisado algún detalle concreto del partido, pero entera no», subraya. Aunque reconoce que aquellos cincuenta días sudafricanos le vuelven constantemente a su memoria. Sin embargo, su recuerdo más poderoso no es el fulminante gol de Iniesta o el momento mágico en que Casillas alzó la Copa del Mundo: «Se me vienen a la cabeza especialmente los momentos difíciles -desvela-, sobre todo cuando encajamos aquella derrota contra Suiza». España, que llegaba como favorita, cayó en su primer partido con la selección helvética, mucho más débil. Sin embargo, Del Bosque no se regodea en el sabor acre de aquel tropiezo, sino en los momentos inmediatamente posteriores, ya en el hotel de concentración o en los campos de entrenamiento: «Me gustó la respuesta de los jugadores, la madurez que demostraron, su personalidad. Eso nos hizo más fuertes. Aunque -apostilla- tampoco creo que necesitáramos esa derrota para ganar».

La selección vuelve al tajo la semana que viene. Del Bosque dicta hoy la lista de convocados para los partidos amistosos que se disputarán contra Estados Unidos y Venezuela. Una gira pacífica que debería servir para restañar las heridas abiertas por un empacho de clásicos que ha acabado en indigestión. «Lo que me preocupa es que nosotros sigamos comportándonos como buenos deportistas y que sigamos manteniendo este nivel», subraya. Luego, después de las vacaciones, llegarán los partidos de clasificación para la Eurocopa de Polonia y Ucrania: el próximo verano, si nada se tuerce, España deberá defender su vigente título de campeona europea. Del Bosque intentará prorrogar el estado de gracia de 'La Roja' y añadir algún trofeo más a una vitrina que por fin comienza a dar respeto. Aunque ningún éxito torcerá su estampa de hombre hogareño, sencillo y pacífico, que ama a su familia por encima de todas las cosas. Incluso del fútbol.

- En lo importante, en nada.