Editorial

Grecia empeora

Lo grave es que Francia y Alemania siguen sin ponerse de acuerdo para hacer más eficaces los mecanismos de rescate

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La crisis de deuda soberana en Grecia ha empeorado un poco más tras el anuncio del primer ministro Yorgos Papandreu de que si no recibe financiación externa el 26 de junio suspenderá pagos. Sus declaraciones entre realistas y desesperadas ponen de relieve que por más medidas de ahorro y austeridad que se tomen, la crisis no se resolverá a corto plazo. Grecia no crece, en parte por la subida de tipos de interés decidida por el Banco Central Europeo, así que la ayuda y la flexibilidad se han convertido en instrumental imprescindible para mantener al paciente con vida. El gobierno socialista está despidiendo funcionarios temporales, privatizando activos del Estado y reduciendo todos los capítulos de gasto público, pero ha empezado a actuar con esta contundencia después de meses de no haber hecho lo suficiente. La fuga de capitales privados continúa y los mercados no dan tregua a una disparada prima de riesgo. Los bonos griegos son cada vez más difíciles de colocar y se equiparan a los de países en vías de desarrollo. La crisis del país heleno no sería tan importante si no afectase profundamente a estabilidad de la eurozona, con Irlanda y Portugal ya sometidos a rescates. La desconfianza de los mercados puede extenderse a España y a otros países con desequilibrios en las cuentas públicas como Italia o Bélgica. La situación griega demuestra que a pesar de la innovación ocurrida en el último año para mejorar el gobierno económico en la Unión, no se ha hecho aún lo suficiente. Se sigue actuando casi a regañadientes, como si el proyecto europeo fuese un mal menor y no una palanca de recuperación de la crisis. La moneda única no está aún preparada para una reestructuración de deuda, una suspensión de pagos o una salida de uno de sus miembros del euro, escenarios todos ellos posibles y que en algún momento podrían ser convenientes para el interés general europeo. Lo que es peor, los dos países que lideran la Unión Económica y Monetaria, Francia y Alemania no se ponen de acuerdo para hacer menos rígidos y más eficaces los mecanismos de rescate.