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Adiós a un economista ilustrado
Diseñó el sistema de supervisión bancaria y puso fin a la meteórica carrera de Mario Conde al gestionar la intervención de Banesto Muere en Madrid el exgobernador del Banco de España Luis Ángel Rojo
Actualizado: GuardarDe él se decía que era «Rojo en la Universidad y Duque en el Banco de España». No era una crítica sino un inmenso elogio a su carácter progresista en cuanto a las ideas combinado con el rigor cartesiano y el distanciamiento casi aristócratico que supo mantener como pocos al frente de la máxima autoridad financiera. Luis Ángel Rojo Duque, una de las personalidades más relevantes en la historia económica reciente de España, murió ayer, recién cumplidos los 77 años. Se ponía término así a una trayectoria profesional impecable reconocida dentro y fuera del país.
Rojo, nacido en Madrid, consiguió la cátedra de Teoría Económica en la Universidad Complutense con solo 32 años. Se había licenciado en Derecho primero y doctorado en Ciencias Económicas más tarde en esa misma Universidad, aunque completó sus estudios en la London School of Economics. Allí fue alumno de Karl Popper pero se convirtió en seguidor de las ideas de Keynes.
Desde sus primeros cursos en la Universidad se hizo patente que iba a marcar una época. En las aulas, revolucionó la forma de impartir clase, organizando seminarios y fomentando la participación creativa de los alumnos. Por allí pasaron Carlos Solchaga, Julio Segura, Paulina Beato, Luis García de Blas, Julio Rodríguez y otros muchos. En síntesis, Rojo enseñó Economía al grupo de políticos que iban a pilotar la modernización del Estado durante la Transición.
En 1971 ingresó en el Banco de España como director general de Estudios, y no dejaría la institución hasta su despedida como gobernador, en el año 2000. Durante ese tiempo, participó además en diferentes comisiones internacionales para la reforma del sistema monetario europeo primero y la creación del euro años después. En todas partes dejó la huella de su enorme preparación, la seriedad con que se tomaba su trabajo y la discreción de la que siempre hizo gala.
En el cargo
Al cargo de gobernador del Banco de España llegó antes de lo previsto porque el titular del puesto, Mariano Rubio, se vio obligado a renunciar a la reelección por su implicación en el 'caso Ibercorp'. Rojo ya había tomado las riendas de la institución mientras su jefe se convertía en carne de cañón en los peores años del Gobierno de Felipe González. Tampoco a él le pusieron las cosas fáciles. El 28 de diciembre de 1993, haciendo frente a las mayores presiones, tomó la decisión más difícil de su carrera profesional: firmó la intervención de Banesto y el cese de su carismático presidente, Mario Conde, y todo el consejo de administración, del que formaban parte algunos de los apellidos más relevantes -y aristocráticos- de la empresa española.
Ninguno de ellos perdonó jamás a Rojo. Pero el análisis de las cuentas de la entidad financiera y los procesos judiciales posteriores dieron la razón al gobernador, cuyo prestigio salió reforzado de aquel episodio. Rojo había aprendido de las crisis anteriores (Rumasa y Banca Catalana fueron las de mayor dimensión) y sabía que si permitía que siguiera algún tiempo más la huida hacia adelante que habían emprendido Conde y su equipo peligraba el sistema financiero español en su conjunto.
A él se debe también el rigor en la supervisión bancaria que ha evitado en España episodios de quiebra como los vividos en otros países a partir de otoño de 2008. La independencia de la institución se la aplicó a sí mismo: nunca militó en partido político alguno y por tres veces renunció al cargo de ministro.
Ya había cesado como gobernador -su mandato era improrrogable según los estatutos de la entidad- cuando fue elegido miembro de la Real Academia. Allí ocupó el sillón 'f', que había quedado vacante -¿un guiño del destino?- por el fallecimiento de Jesús Aguirre, duque de Alba. Ya era, desde mucho tiempo atrás, miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Y aunque había pedido el reingreso en la Universidad, que había dejado en 1985 por incompatibilidad, tenía tiempo para alimentar sus grandes pasiones:_la pintura -fue durante mucho tiempo miembro destacado de la Asociación de Amigos del Museo del Prado-, la música y la literatura.
La economía también, por supuesto. Desde la altura moral de su enorme prestigio, se permitió criticar la política monetaria del entonces presidente de la Reserva Federal estadounidense, el todopoderoso Alan Greenspan, que propiciaría la crisis actual. Y alertó sobre los peligros que acechaban al Estado del Bienestar en España en fecha tan temprana como 2004, cuando muchos veían el país como un paraíso por el que fluían ríos de leche y miel.