El presidente nacional del PP, Mariano Rajoy, durante su intervención en el acto de cierre de campaña en Ciudad Real. :: MARIANO CIEZA / EFE
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Rajoy convierte los sufragios en un plebiscito sobre Zapatero

El líder del PP ha preferido callar ante los asuntos relevantes y de esa forma evitar los errores de bulto

MADRID. Actualizado: Guardar
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Mariano Rajoy nunca creyó que había partido. Y no solo porque las encuestas otorgan desde primeros de año al PP una amplia ventaja sobre el PSOE sino porque su rival tenía la misión casi imposible de recuperar la confianza de su electorado desafecto en apenas 15 días y en un contexto muy desfavorable con cinco millones de desempleados, exiguas perspectiva de crecimiento y, por si fuera poco, el recuerdo en la retina del duro plan de ajuste que aprobó José Luis Rodríguez Zapatero hace un año y cuyos efectos desmovilizadores entre la izquierda ha quedado más que patente.

Rajoy aún no se cree que fuera el propio Zapatero quien le diera la mejor baza en plena campaña. Desde que el presidente del Gobierno calificara de «bellaco» a todo aquel que le acusara de haber acometido recortes sociales, el líder del PP preguntó en todos sus mítines «quién ha congelado las pensiones, quién ha bajado los sueldos a los funcionarios, quien ha quitado el cheque bebé». La atronadora respuesta de los asistentes siempre era la misma: «Zapatero».

Desde el primer minuto, marcó a fuego una advertencia en la hoja de ruta de campaña, prohibido cometer errores de bulto. Y como en boca cerrada no entran moscas, el líder de la oposición, además de no haber aceptado ni una rueda de prensa en 15 días, construyó puentes dialécticos para vadear cualquier terreno pantanoso. Rajoy ha mostrado en todo momento su perfil más centrista, con un discurso moderado que sirvió para pedir, sin ningún tipo de complejo, el voto a los suyos, pero también a los «que se han sentido defraudados y engañados por el PSOE». Por ello no desató una tormenta, como le hubiera gustado a más de uno de la cada vez más reducida ala dura de su partido, cuando el Tribunal Constitucional dio luz verde a las candidaturas de Bildu.

La 'derechona'

Los intentos por avivar el miedo a la 'derechona', que tan buen resultado diera al PSOE hace tres años, los ha neutralizado con el discurso del desempleo y la crisis, y, por supuesto, evitando cualquier cuerpo a cuerpo «con los 'pepiños' (por José Blanco) que crecen por doquier».

Rajoy, contra pronóstico, centró sus críticas en un amortizado Zapatero y logró así el objetivo de convertir estas elecciones en un plebiscito sobre la gestión del presidente del Gobierno. Este era, desde el principio, su gran propósito, precipitar el «clamor» contra el Gobierno que obligara al presidente a poner el punto final anticipado a la legislatura y a convocar elecciones.

El líder de la oposición, sin hacer propuestas concretas más allá de las promesas de austeridad y control del gasto, se pasó la campaña tachando días del calendario a la espera de la victoria. Hasta que eclosionó un imponderable del que ninguno de sus asesores le había advertido, el Movimiento 15M. El PP reaccionó desde la incertidumbre inicial con una de esas frases consideradas políticamente correctas, «respeto y comprensión». Pero ante la consistencia de las concentraciones en Madrid y Barcelona, la preocupación invadió a los populares.

¿Quién era la mano que mecía la cuna de este movimiento que pedía, entre otras cuestiones, no votar a PSOE, PP y CiU? Algunos dirigentes populares, como Esperanza Aguirre, insinuaron que los socialistas podían haber intentado una jugada a la desesperada con el recuerdo de 2004. Rajoy cercenó de raíz este debate, nada de teorías conspirativas. Ni siquiera presionó al Gobierno cuando conoció que, en contra de la resolución de la Junta Electoral Central, iba a permitir las acampadas en las plazas durante la jornada de reflexión y hoy.

Rajoy, escarmentado con los movimientos espontáneos de masas tras su inesperada derrota hace siete años, ha evitado a toda costa encender la llama de un polvorín que podía poner en peligro su, según el PP, «segura» y «clamorosa» victoria de hoy.

Pero ¿qué opinión tiene el líder popular de los que gritan 'democracia real ya' en las plazas? De momento, sólo se sabe lo que dijo el viernes en una entrevista, esto es que apoya sus reivindicaciones de empleo y esperanza en el futuro, pero no comparte los reproches al sistema democrático ni las dudas sobre la necesidad de ir a votar. Lo políticamente correcto, nada de molestar a nadie.