triple donación multiorgánica | sanidad

«Ha sido el gesto más bonito del mundo, no sabemos cómo agradecerlo»

Los allegados de los seis trasplantados de riñón en el Puerta del Mar manifiestan su gratitud a las familias donantes

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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«Ha sido el gesto más bonito del mundo en un momento tan duro. No sabemos cómo darles las gracias». Magdalena era ayer plenamente consciente de que la felicidad de su familia ha nacido del dolor de otras personas, que han perdido a un ser querido. Ella es hija de uno de los seis trasplantados que el pasado miércoles recibieron los riñones de los tres donantes multiorgánicos que se sucedieron en apenas un día en el hospital Puerta del Mar: un hito histórico en Andalucía. Al menos 16 personas recibieron algún órgano de estas personas fallecidas, que se han vuelto un ejemplo de generosidad.

Pascual, el padre de Magdalena, permanecía ayer en una habitación aislada en la octava planta del hospital gaditano, mientras se recupera de la intervención. Las 48 primeras horas son fundamentales para saber si el trasplante ha sido un éxito y, al menos en las primeras 24 todo ha ido sin problemas. «Se encuentra muy bien. Alegre, por supuesto. Aunque lamenta mucho la muerte de la persona que le ha donado el riñón, por eso, le da gracias a la familia», contaba su hija. El martes, a las dos de la tarde, cuando estaban ya dispuestos a almorzar lo llamaron desde un hospital de La Línea con la buena noticia: había un riñón para él.

Pascual, que cuenta con 58 años, aguardaba esa llamada desde 2006, cuando recibió un primer trasplante, pero por desgracia, salió mal. Sufrió un derrame durante la intervención y el riñón quedó muy dañado, de manera que tuvo que volver a recibir diálisis.

A pesar de todo, «nunca ha perdido la esperanza», cuenta su hija, que reconoce que el el largo calvario de la enfermedad durante ocho años (se la diagnosticaron en 2003) «ha sido durísimo» tanto para él como para su familia. «Nosotros sí hemos tenido momentos en que flaqueamos, pero ha sido él quien nos ha dado ánimos, es una persona muy fuerte», aseguraba Magdalena en los pasillos del hospital, donde ha coincidido con los familiares del resto de pacientes receptores. Unos a otros se contaban estos días sus particulares historias.

Manuel, un sanluqueño de 37 años, llevaba ayer tres días sin salir de aquel pasillo, pendiente de su esposa Rocío (de 35 años), que ha recibido otro de los riñones de los tres donantes anónimos del Puerta del Mar.

La pareja también quiere conservar ese principio de anonimato del proceso de donaciones y pide que no aparezcan sus apellidos. Aparte de eso, Manuel se muestra dispuesto a contar su experiencia, con la confianza de que quizá sirva para que otras muchas personas se conciencen y donen sus órganos. «Yo era de esos que decía que a mí no me quiten nada», reconoce Manuel, que ahora se ofrece a «que se aproveche cada órgano, y que se le dé a quienes los necesiten».

A diferencia de Pascual, a Rocío le diagnosticaron la insuficiencia renal crónica «en fase terminal» hace apenas un año, en abril de 2010. Sin embargo, en este tiempo la enfermedad les ha cambiado totalmente la vida a ambos: ella tuvo que dejar su trabajo en el campo, someterse a un estricto régimen que le excluía comer incluso fruta y, cómo no, someterse a la traumática diálisis. «Es un tratamiento muy duro», reconoce Manuel, que desgasta al paciente, descalcificando sus huesos y las arterias.

Tres veces a la semana su mujer tenía que enchufarse a la «máquina» durante cuatro horas. Ese día «acabas destrozado», reconoce el marido de Rocío, que explica que su mujer «últimamente decía que ya no tenía ganas de seguir recibiendo la diálisis, estaba muy mal». De hecho, ambos habían empezado a sufrir depresión, agravada en el último mes por dos decepciones: llamaron a Rocío dos veces en pocas semanas para anunciarle que había un donante. Pero en ambas ocasiones, se comprobó en el último momento que los órganos no eran compatibles.

A la tercera va la vencida

El martes, a las 10 de la noche, la pareja recibió la tercera y definitiva llamada. Como Pascual, también ellos estaban a punto de sentarse a comer. En su caso, a cenar. Pero lo dejaron todo sobre la mesa y se marcharon corriendo a Cádiz, al Hospital Puerta del Mar. Ya tenían una pequeña bolsa preparada con algo de ropa, por si acaso. No había tiempo que perder. A las 11 ya estaban practicándole la última diálisis a Rocío y el miércoles por la mañana, entraba en quirófano. Era el cuarto paciente en ser operado aquella mañana frenética. «Desde que llegamos, nos dijeron que era la primera vez».

A pesar la prisa, desde que llegó la llamada hasta la intervención «el reloj parecía que no andaba», admitía Manuel, que el jueves era incapaz de articular palabra por los nervios y las lágrimas. Ayer, las primeras que le salían eran para dar las gracias a la familia del donante por proporcionar a su mujer una mejor calidad de vida. «Estoy deseando verla haciendo una vida normal».