Sociedad

HECHOS Y PALABRAS

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Inmersa en una convulsa y comprometida atmósfera cultural, la dramaturgia norteamericana del S.XX deja para las letras universales textos de hondo calado e indiscutible calidad en manos de autores como Clifford Odets, Tennesse Williams, Eugene O'Neill o el interesante e influyente dramaturgo Arthur Miller.

La obra 'Todos eran mis hijos' refleja a través de la vida de una familia bien avenida los profundos e imbricados objetivos que ocultamos los seres humanos para defender lo nuestro aún a costa de la Verdad y de la Justicia. Construida a base de situaciones sólidas y personajes creíbles, brillantes y tremendamente cercanos a lo humano, la obra nos cuestiona de forma contundente sobre la relación entre el deber y el ser para con uno mismo, la familia y la sociedad.

Con un excelente ritmo, con una eficaz escenografía, con aportaciones sutiles pero exactas en cuanto a la iluminación, y con una justa presencia del acompañamiento musical, la obra transita de manera favorable para las interpretaciones logrando, en general, un sentido de unidad que resulta grato presenciar. También, para fortuna del espectador, los tres roles principales de esta pieza recaen en unas interpretaciones que se definen muy bien: Carlos Hipólito destaca por su temple y matices, Gloria Muñoz, por su parte, consigue una actuación convincente a raíz de una comedida y bien graduada energía y voltaje emocional. Fran Perea consigue un excelente resultado gracias a un desarrollo gestual y de cierta contención que le permiten jugar a distintas intensidades durante toda la función. El resto del elenco cumple y se queda a las puertas, aunque desafortunadamente, a Nicolás Vega le faltan como mínimo fuerza, presencia y comprensión del papel; al experimentado Jorge Bosch, simplemente le queda grande un personaje como el que estaba obligado a construir. Pese a estos detalles, la fina dirección de actores, logra mezclar atinadamente distintas épocas y escuelas, distintas generaciones y culturas, distintas formas de entender y vivir el Teatro. Es poco frecuente en nuestra cartelera ver propuestas que quieran arriesgarse con este tipo de obras pues, para hacerlo, se hace necesario un profundo conocimiento y amor por el Teatro. Quizás sea ésta una de las razones por las que este montaje consigue atrapar al espectador, pues en él logra transmitirse la pasión y admiración que siente el prestigioso y talentoso director argentino Claudio Tolcachir por la literatura dramática, demostrando así que el teatro se construye con hechos y no solo con palabras.