LA SEGURIDAD DE IVÁN FANDIÑO
BARQUERITO Actualizado: GuardarLlovía con ganas a la hora del paseíllo y estuvo lloviendo en serio hasta el arrastre del tercer toro. Filtró bien el ruedo y, aunque el piso estaba embarrado, no llegó a descalzarse ningún torero. Apenas dos o tres charcos de menor cuantía. Las huellas de herradura de los caballos de pica quedaron impresas. Toros y toreros resistieron sin duelo. El pronóstico era claro: a las ocho iba a dejar de llover. Y dejó.
Salió una corrida muy ajuampedrada. El cuarto, mozallón gigante de casi 600 kilos, se había salido de molde y fue, por cierto, el de peor nota de los seis: bravucón, falto de fijeza, llegó a tomar engaño pero para irse irresistiblemente a querencia de tablas al cabo de tres viajes. Fueron buenos los dos primeros, que, como tantos toros de su estirpe, se mueven mejor con lluvia que en días de sol.
Fue corrida de sustituciones. Por Leandro, herido en Valladolid, Uceda Leal, que toreaba, sólo en la quinta del abono de San Isidro, su tercera tarde de feria. Por Curro Díaz, herido en Sevilla hace una semana, Iván Fandiño. Para Fandiño, el mejor lote, sin contar con la lesión del quinto en el caballo. Un Fandiño tan refinado como suele pero más seguro de sí mismo que nunca: firmeza y pureza para ajustarse en el toreo al natural clásico con el segundo de corrida; talento para tirar del repertorio mexicano por alto y muleta escondida -la arrucina de Arruza, más o menos- y asustar mucho a la gente porque se pasó el toro muy rozando, muy seguido y sin temblar. El remate de esa tanda -tan de estallar- fue un recorte muy garboso y la guinda de un natural extraordinario. Y una estocada de gran fe.
Una oreja que le dio alas, sólo que con el galope de salida del quinto no se acopló en el recibo tanto como con el burraco del triunfo. Sí se la jugó en una apertura de faena temeraria: el pase cambiado por la espalda en cite de aliento. Gran ajuste. Bella la manera de volver el toro, por cierto, pero enseguida vinieron las claudicaciones del toro, ligeras pero sensibles, y con ellas la caída de gas y vuelo.
Bajo recia lluvia, Uceda toreó con primor al primero. Con la izquierda en semicírculo y templado; no tan airoso con la otra mano. Reunido con el toro en todas las bazas, garbosos remates de trinchera, lindos muletazos de la firma o ayudados. El código clásico. Y una estocada trasera. Miguel Tendero se cansó enseguida con el tercero del encierro y abrevió para no aburrir ni engañar, y esperó que la suerte le fuera más propicia en el segundo turno. Y a su manera lo fue.