Arriba, un grupo de niñas pasan por delante de la entrada principal de la vivienda donde se escondía Bin Laden y su familia en Abbottabad. Abajo, Omar, hijo del líder de Al-Qaida, y su mujer, Jane Felix-Brown, en El Cairo. :: M. NADEEM-EFE / HO-AP
MUNDO

Las esclavas de Bin Laden

Encerradas en casa, las tres esposas de Osama llevaban una vida entregada a su credo

ABBOTTABAD. Actualizado: Guardar
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«Debe ser piadosa, joven, bien educada, de una familia decente, pero sobre todo paciente. Tendrá que acostumbrase a vivir en mis excepcionales circunstancias». Esta fue la descripción de la mujer ideal que Osama bin Laden trasladó en 1999 a Rashad Mohamed Saeed Ismael, un clérigo yemení que trabajaba por la causa de Al-Qaida en Kabul. El líder de la organización había decidido casarse por quinta vez y el sheikh Rasheed, según recoge el diario británico 'The Guardian', se acordó inmediatamente de Amal Ahmed al-Sadah, una de sus estudiantes en Yemen que cumplía todos los requisitos.

Así empezó una historia que se cerró con una dote de 3.500 euros y el sí de una joven que soñaba con «pasar a la historia» -como repetía a los suyos una y otra vez- y que estos días ha salido a la luz tras la muerte de su esposo. Los americanos mataron a 'Gerónimo' (nombre en clave de Osama en la operación llevada a cabo el pasado 2 de mayo) y se llevaron abundante información y discos duros de su casa de Abbottabad. Atrás dejaron entre 12 y 17 mujeres y niños aterrorizados. El número sigue sin estar claro, aunque parece que entre ellos habría tres viudas y ocho hijos del líder terrorista a los que ahora las autoridades paquistaníes interrogan para saber más sobre la vida de Osama.

Bin Laden se casó por primera vez con su prima siria Najwa Ghanem. El matrimonio tuvo un total de once hijos y se separó en 2001 cuando el líder terrorista pasó a la absoluta clandestinidad. Se trata de la relación más pública del saudí ya que Najwa publicó el libro 'La infancia de un Bin Laden' aireando los secretos de la familia. Según diversas informaciones aparecidas estos días, en 1983 llegó el segundo matrimonio y la elegida fue Khadija Sharif, una experta en religión nueve años mayor que él a la que posteriormente le concedió el divorcio porque no aguantaba la forma de vida de su marido.

Khairiah Sabar es la tercera mujer de Osama, una profesora saudí de psicología infantil que se ganó el estatus de favorita del terrorista por su amor la yihad y que ahora estaría en manos de las fuerzas de seguridad paquistaníes junto a Siham Sabar, también saudí y hermana de un muyahidín próximo a Bin Laden con la contrajo matrimonio en 1987, y la yemení, Amal.

Dos semanas después de la operación, la familia Bin Laden se está convirtiendo en un auténtico problema para Islamabad ya que «en el Islam tenemos una costumbre muy enraizada que es el ardth (honor familiar). Cuando una mujer como Amal se queda viuda es obligación de todos los musulmanes protegerla. Queremos que vuelva a Yemen con los suyos», insiste el sheikh Rasheed en declaraciones al rotativo británico. Las autoridades paquistaníes también han confesado su deseo de extraditar a las viudas -Amal es yemení y las otras dos saudíes- y a los hijos, pero aseguran que «de momento ningún país nos lo ha solicitado».

«En este caso lo primero es la Justicia. Si la investigación está abierta, la religión no tiene nada que decir», opina el abogado especializado en sharia, Riaz Ur Rehman, para quien «la buena relación con los gobiernos de Yemen y Arabia Saudí facilitarán la extradición en el futuro próximo». Los religiosos comparten la misma opinión ya que «no se puede obviar que son los principales testigos de caso, pero en ningún caso deben pagar por los crímenes del cabeza de familia», según el investigador del Consejo de Ideología Islámica paquistaní, Khaled Saif.

Cada día se filtran a la prensa pequeños capítulos de las confesiones de Amal, herida en una pierna durante el asalto. En el primero de ellos confesó que «llegamos a Abbottabad hace cinco años, y ni Abu Hamza ni yo salíamos de la habitación por temor a ser detectados». Abu Hamza era el nombre de Osama -padre de Hamza- dentro del complejo situado a 150 kilómetros al norte de Islamabad. Cinco años sin salir de casa, encerradas entre las paredes de esta especie de cárcel al aire libre donde criaron y educaron entre todas a los hijos más pequeños. Una vida sumisa y condicionada por el miedo de su marido a ser localizado.

«El martirio a tu lado»

Pocos meses antes del 11-S el líder saudí habló con claridad a sus mujeres y les abrió la puerta de regreso a sus países de origen. La alternativa era una vida en la clandestinidad y de huida permanente. «Quiero llegar al martirio a tu lado, no te dejaré mientras estés vivo», fue la respuesta de Amal -27 años más joven que Osama-, según el relato de la propia familia a la agencia Associated Press (AP) en su domicilio yemení en la ciudad de Ibb, 160 kilómetros al sur de Sanaá.

El padre de Amal fue testigo de este momento ya que había viajado hasta Afganistán para conocer a la primera hija de la pareja y describe a Bin Laden como «un hombre noble» y recuerda que le anunció «un gran acontecimiento a nivel mundial». Cuando el 11 de septiembre de 2001 vio por televisión el doble atentado contra el World Trade Center pensó: «Osama lo consiguió».