Un grupo de vehículos carga ataúdes para las víctimas del atentado de ayer en Pakistán. :: EFE
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«Han ido a por nuestros pequeños»

A los paquistaníes no les sorprendió el brutal ataque suicida contra la población

SHABQADAR (PAKISTÁN). Actualizado: Guardar
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«Es el trigésimo ataque con un número masivo de muertos y heridos que me toca, ya estoy acostumbrado. Uno aprende rápido en esta región». El doctor Nabid y el resto del equipo médico del hospital Lady Reading de la ciudad de Peshawar aplicaron el protocolo de actuación de atentados para hacer frente al que con el paso de las horas se convirtió en el ataque más sangriento del presente 2011. «La diferencia entre uno y otro es la cantidad de explosivo utilizada y la distancia a la que se inmola el kamikaze, en este caso el efecto ha sido demoledor porque eran dos suicidas y han atacado en medio del grupo», detalla este médico mientras los familiares de los cadetes de la academia de Shabqadar siguen llegando al hospital para ver a los suyos.

Los más afortunados encuentran a sus seres queridos en alguna de las camas recuperándose de las heridas, los menos terminan en la morgue del centro sanitario donde recogen los cuerpos para llevárselos a sus aldeas. La mayor parte viene de Lakki Marwat, distrito de la provincia de Khyber Pakhtunkhwa fronterizo con la agencia tribal de Waziristán del Norte. Saben muy bien el efecto de los atentados talibanes ya que en diciembre de 2010 un suicida mató a más de cien personas durante un torneo de voleibol que celebraban.

Mohamed forma parte del grupo de familias afortunadas. «Nada más ver la noticia en los informativos he salido disparado hacia aquí», recuerda estrechando con fuerza la mano de su hermano Waraz, con heridas graves en el abdomen y la cara. En la cama de al lado Rajhan sonríe a pesar de la desgracia vivida, «he tenido mucha suerte. Estaba dentro del minibús y cuando hemos arrancado para iniciar el camino hemos escuchado una fuerte explosión. He perdido el conocimiento y me he despertado en el hospital. Estoy seguro de que he perdido a muchos amigos y solo pienso en recuperarme para poder vestir el uniforme y hacer mi trabajo».

Por la espalda

El mayor Anwar, de la guardia de fronteras ('Frontier Corps' o FC) pasea pensativo entre las familias y los heridos. Se abre paso por un pasillo con sábanas ensangrentadas por el suelo y entre los lamentos de algunas madres que no pueden contener el llanto ante sus hijos malheridos. Lleva toda una vida dedicada a este cuerpo de seguridad establecido en tiempos de la colonización británica formado por pastunes, la etnia predominante en la zona y la misma a la que pertenecen los talibanes, y lamenta que «han ido una vez más a por nuestros pequeños, los que no tienen experiencia. Atacan por la espalda, son unos cobardes. No tienen valor de enfrentarse cara a cara a nuestras fuerzas», declara ante la mirada atenta de todos los que le rodean.

Mientras Washington e Islamabad siguen con la pelea abierta tras la operación Bin Laden del pasado dos de mayo, el cinturón tribal paquistaní volvió a desangrarse con la guerra que enfrenta a talibanes y fuerzas de seguridad. «Desde que mataron a Osama estábamos esperando algo así, no ha sido una sorpresa. Su muerte no significa para nosotros el fin de esta guerra y seguro que seguiremos sufriendo este tipo de ataques», advierte el doctor Nabid.

Desde su ventana se divisa la entrada de urgencias colapsada de ambulancias que se llevan a otros centros a algunos de los más de doscientos heridos que han recibido desde primera hora de la mañana. «¿Cuándo se acabará todo esto? ¿Cuándo podremos tener una vida normal?», se pregunta el doctor con rabia.