1. Varias personas se protegen con mantas a medioanoche en plena calle por miedo a nuevas réplicas. :: FRANCISCO MORENO 2. Pacientes del hospital Rafael Méndez tuvieron que ser desalojados por los daños estructurales que sufrió. :: GUILLERMO CARRIÓN 3. Los bomberos ayudan a bajar por una escalera a una mujer herida desde los restos de su domicilio. :: N. GARCÍA 4. La multitud se reunió en espacios abiertos ante el temor de que nuevas réplicas pudieran producir nuevos derrumbes. :: VICENTE VICENS
ESPAÑA

«Estamos muy mal, muy mal»

La angustia se vio incrementada ante la imposibilidad de contactar con los familiares por el colapso de las comunicaciones Los vecinos de Lorca corrían entre los escombros y las grietas que el seísmo provocó en sus casas

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«Estamos muy mal, estamos muy mal», afirma nerviosa una vecina de Lorca al responder al teléfono. «Ahora mismo no podemos atender llamadas», dice antes de colgar. Son poco antes de las ocho de la tarde y las voces acongojadas llegan a través del teléfono. Primero el estupor y luego el miedo que corre ya por las calles murcianas de Lorca. Acaban de producirse dos seísmos, el segundo más intenso aún que el anterior, y los vecinos de esta localidad a duras penas empiezan a reaccionar.

Incertidumbre por el miedo a que se produzca un tercer temblor y excitación por los daños producidos son las sensaciones más repetidas entre los lorquinos que todavía atienden el teléfono fijo. Los más tranquilos no han salido de sus casas; otros acaban de volver para buscar pertenencias por si acaso se produce un derrumbe, nada improbable según transcurre la tarde; algunos están a punto de abandonar sus hogares. Josefina García, del barrio Almendricos, parece morderse las uñas; está preocupada porque no logra contactar con su hijo. «No funciona la comunicación, he intentado hablar con él y no he podido. Nos ha pillado el terremoto y estamos pasmados vivos», afirma con la voz temblorosa.

El reloj corre muy despacio para los vecinos de Lorca, pero los servicios de urgencias ya se emplean a fondo. Están recibiendo multitud de llamadas, algunas incluso en poblaciones del sur de Madrid, donde se llegó a sentir el segundo de los terremotos que se produjo poco antes de las siete de la tarde.

«Hemos notado un temblor, hacía un ruido terrible y han dejado de funcionar los ascensores», explica Pedro Requena, vecino del casco antiguo de Lorca. Requena tiene claro que pasará la noche fuera de su casa, no piensa quedarse esperando una réplica, que pueda ser más grave y afecte a su vivienda, situada en un séptimo piso de la avenida Juan Carlos I.

A través del teléfono se escucha bullicio de gente que va y viene mientras trata de informarse para seguir las recomendaciones de las autoridades. En ese momento, y más tarde harán lo mismo por si acaso, instan a la población a no permanecer cerca de muros y cornisas y a acudir a lugares despejados como parques en los que no haya riesgos de desprendimientos. «Hay atascos intensos. Está todo parado», se oye al otro lado de la línea. Esa es la segunda recomendación: no coger el coche para evitar una ratonera.

También se oyen alarmas de ambulancias de los servicios sanitarios, que se despliegan para atender a los heridos -hay muertos, pero la gente no lo sabe aún- por uno de los terremotos más fuertes que se recuerdan en una tierra acostumbrada a ellos.

«Entran dos dedos en las grietas», relata Paqui Rojo asustada. Es una vecina del barrio de La Hoya, enclavado fuera del epicentro del seísmo, a 9 kilómetros de Lorca. Justo enfrente de su domicilio reside su hijo con su familia en unas viviendas que se construyeron hace menos de tres años: «Allí está toda la entrada abierta», describe. «Lo importante es que estamos todos bien, la casa ya se arreglará», cuenta resignada después de saber que sus parientes se encuentran en perfecto estado. «Lorca está colapsada, la gente ha salido con los coches pero no pueden avanzar», declara Juan García en una rápida llamada telefónica. José García, que reside en el centro de Lorca, suscribe esas palabras: «Estamos todos en la calle, en las casas no hay nadie, la gente no quiere entrar».

Tiene vecinos que no pueden acceder a sus casas porque el terremoto ha destrozado las escaleras de los edificios. «La gente está muy asustada», exclama. «No podemos salir en coche, solo nos movemos a pie», detalla con nerviosismo.

Casas llenas de escombros

Pedro Ángel Rodríguez vive alejado del centro, pero también ha notado las sacudidas. En su casa los daños son mínimos. Ha tenido suerte, pero a tan solo 200 metros, «hay casas de siete y ocho plantas llenas de escombros», asegura. Instantes antes del segundo temblor, Pedro salía a la calle cuando el fuerte movimiento le tiró al suelo.

«Me caí en la segunda réplica. Enfrente de mi casa hay huecos donde entra un brazo, tabiques desplazados, unas grietas enormes. Nada más sentir los primeros movimientos me asomé a la acera y no me dio tiempo a más. Ahí que me tiró contra el suelo. Estoy conmovido, muy afectado». Pedro narra, aún desconcertado, el ir y venir de bomberos y policías, afanándose en devolver la tranquilidad a la ciudad y poner fin a la inhóspita tarde de primavera que ha traído el terremoto.

La Red, inundada

Una de las constantes de estas horas es la inusual anomalía en las comunicaciones. Los móviles parecen haberse callado todos de repente. Pedro Ángel Rodríguez suscribe que él ha sufrido varios ratos de sombra.

En la red social Twitter, el hashtag #terremotomurcia no tardó ayer en convertirse en el término más repetido. El usuario @thejhonbe escribía: «Llantos y gritos en la facultad de la UMU: a dos chicas se les ha caído su casa de Lorca. Sus familias bien, pero la casa destrozada». A través de dispositivos móviles, los ciudadanos hacían llegar sus impresiones: «El primer #terremoto me ha pillado conduciendo. El segundo parece más serio. Ha durado unos 10 segundos», dice @carlosbserrano. Las fotos de muchos afectados empezaban a aparecer en la red.

La solidaridad fue unánime en toda España. Todas las Comunidades se pusieron a disposición de Murcia para ayudar en lo que fuera necesario durante los próximos días. La campaña electoral que se desarrolla estas semanas dejaba sus habituales ataques al adversario para centrarse en lo que de verdad importaba. Una tragedia enorme e inesperada, que solo estábamos acostumbrados a vivir por televisión.