DESAFÍO EXTREMO
Actualizado: GuardarA la hora de calificar la situación griega, la canciller Merkel ha decidido utilizar el nombre del programa hecho famoso por el alegre y simpático aventurero Jesús Calleja. Ha dicho, nada menos, que es un «desafío extremo». Leyendo sus declaraciones uno llega a la conclusión de que las cosas están tan graves, como poco claras. Sigamos su discurso. Merkel dice que «la solidaridad con Grecia no está en el debate», lo que constituye una de esas preocupantes excusas no solicitadas. Claro que es ella quien lidia después con los trabajadores alemanes y trata de convencerles de que ayudar a los griegos y el traslado de rentas, desde el Báltico al Mediterráneo, es una desagradable práctica, exigida por la conveniencia mutua. En efecto, son muchos los que ponen en duda el que los griegos sean merecedores de tamaño esfuerzo, pero hay otros cuantos que han hecho cuentas y han llegado a la conclusión de que la «quita y espera» de la deuda helena tendría como primer y mayor damnificado, ¿a quién?, ¡bingo! A la banca alemana.
Pero completó la frase con esta otra: «Solo puede haber solidaridad cuando se garantiza que el país está preparado para recorrer el camino correcto». ¿Se lo traduzco del alemán? Dice así: solidaridad sí, para quien se la merece. ¿Se la merece Grecia? La respuesta no es contundente. «Las revisiones en Atenas se llevan a cabo trimestralmente y creo que hay que esperar a finales de esta semana, que es cuando el BCE y el FMI tendrán los últimos resultados, para plantear cuáles son las nuevas necesidades». En resumen, el desafío es extremo; el donante será solidario, pero solo si el receptor es consecuente; serán las instituciones monetarias las que marquen las pautas y establezcan las necesidades de ayuda; y tal cosa sucederá a finales de semana. Pues nada, a esperar unos días. Hagan acopio de tila.