Se ha hecho justicia
En la muerte de Osama Bin Laden, los medios también forman parte del fin
Actualizado: GuardarJustice has been done». La frase de Obama es probablemente la más importante de su discurso en la noche del pasado domingo. A partir de ella se ha desencadenado un debate -más europeo que norteamericano- sobre las condiciones de la muerte de Osama bin Laden, en el que se mezclan aspectos morales y políticos de forma más bien confusa.
Si la justicia consiste en dar a cada uno lo suyo («suum cuique tribuere», según la vieja definición de Ulpiano) a mí me caben pocas dudas de que se ha hecho justicia. Cuesta imaginar un caso parecido de un ser (¿humano?) para quien la retribución más justa a su ignominiosa vida no fuera la muerte. Pero estos conceptos tropiezan hoy con una ideología (y una moral) dominantes en Occidente que esgrimen la proscripción absoluta del derecho a matar fuera de (y según como) los supuestos bélicos.
Pues bien, la pregunta sería: ¿Encaja esta acción en esos supuestos? Lo que el comando llevó a cabo fue un acto de guerra contra un enemigo que no respeta ninguna norma ni convención de las que rigen las propias guerras. El comando tenía como objetivo -aprobado por el comandante en jefe- matar a Bin Laden. Eso es lo que hizo.
Por tanto, la cuestión se desplaza a si Obama tenía o no derecho a ordenar lo que ordenó. Mi opinión es que no solo tenía ese derecho, sino que hizo lo mejor que podía hacer. A todos los que califican la muerte de Bin Laden como un acto de «terrorismo de Estado» habría que plantearles las consecuencias no solo prácticas sino también morales del contrafactual del que se muestran -abierta o implícitamente- partidarios: Bin Laden detenido y juzgado, es decir, una grandiosa ocasión de propaganda y agitación para los terroristas, una ordalía para las víctimas, un riesgo de seguridad inconmensurablemente mayor que el que supone su ejecución sumaria.
Pero es que además, en esa ejecución hay un mensaje político -legítimo, a mi entender- que no podemos pasar por alto: el terrorista responsable de la muerte de miles de inocentes tenía ya más valor simbólico -el mito de la invulnerabilidad- que operativo. Era obligado acabar con ese símbolo como se ha hecho: sin vuelta atrás posible, con el mínimo coste colateral, y sin exponerse a prolongar en el tiempo la situación. Se trataba de mandar un mensaje claro y sencillo al enemigo: es posible que tardemos, pero al final os ganamos. Y sí, puede que Al-Qaida intente una reacción. Pero seguir ese argumento conduce al absurdo de que lo procedente hubiera sido mantener impunes los crímenes de Bin Laden.
Se ha hecho justicia y se ha hecho del modo más económico y menos dañino. Y no se trata, como se está diciendo, de que el fin no justifica los medios. Es que, en este caso, también los medios forman parte del fin. El resto es, en mi opinión, fariseísmo.