UNA CAMPAÑA CADA MES
Nunca acuden tan rápido a recoger los muebles viejos, ni hay tanta Policía Local, ni aceleran tanto las obras, ni podan y asfaltan con tal frenesí
Actualizado: GuardarCuando llamé al teléfono de recogida de muebles viejos, comprendí que sucedía algo extraño: «Bájelo ya, que antes de que pasen dos horas estamos ahí». Una vez cargué a toda velocidad el romy, con sus espejos llenos de pecas de óxido, contemplé que los árboles de la calle estaban tan bien podados que parecían peinados por Supernanny, con Nenuco y todo. Pocos metros más adelante, insólito, una pareja de la Policía Local que parecía patrullar. Ese mismo día, incluso volví a ver otra. Ya camino del trabajo, de repente, cuadrillas de operarios dan forma a la avenida esa que pasa por detrás de Transportes Comes, la que proyectó Viriato para carruajes y que, de repente, está a punto de abrir al tráfico. Unos minutos más adelante, el parque de Astilleros tiene ya esbozadas sus vereditas, con árboles erectos. Incluso se levanta un pequeño auditorio que se anunció en su día para acoger la primera función de La Tía Norica y que, aunque aún no está terminado, por fin se anuncia cercano. La sensación empieza a parecerse a un milagro. Solo falta que, como en los musicales de la Metro de los 50, aparezca gente cantando y bailando de cada esquina. De hecho, aunque falta Gene Kelly, no dejan de baldear hasta crear charcos de refulgente limpieza en cada calle. Para incrementar la sensación de prodigio, los autobuses de la línea 5, suele pasar uno cada 23 días (o minutos), casi se amontonan en las paradas, en una mecánica porfía para trasladar a los pasajeros. Pasa algo. Descartada la invasión alienígena, hay que buscar una respuesta terrenal. Cuando las incógnitas ahogan al peatón, una imagen contesta con un golpe de luz todas las preguntas. Teófila, con el pelo aún más blanco que en la campaña electoral anterior (y más que en la otra, y que en la otra), sonríe desde un cartel. El brillo que surge de su dentadura rebota en uno de los charcos que acaban de provocar el riego, lo que causa ceguera instantánea. Solo encuentra alivio en el intenso bronceado de la intensa alcaldesa. Un tostado bálsamo para las pupilas achicharradas.
Estamos en campaña electoral. Eso lo explica todo. Afloran las piscinas a las que uno puede tirarse sin agua (tres horas de cola ahora para decirte que la actividad empieza en octubre y te puedes apuntar perfectamente en junio). Las calles parecen alfombradas, más que asfaltadas. Hasta los pasos de cebra lucen como de marfil. Los papeles son recogidos antes de que caigan al suelo y los mojones de perro porque no hay valor, que no falta intención. Y entiende el ciudadano que las críticas a la campaña electoral recién abierta carecen de fundamento. Esta ciudad necesita una cada mes. Iba a lucir bien bonita. ¿Quién se atreve a criticar una campaña electoral que pone en pleno estado de revista cada servicio municipal?
Lástima que solo dure 15 días. Otro gallo nos cantara si hubiera 20 elecciones municipales al año. Y luego dicen que si propaganda, que si autobombo. La puta verdad, que diría Pep, es lo que se cuenta de mi tacita, chiquita y bonita. Que Cádiz no puede lucir más guapa y más mona en cuanto se lo proponen. A ver quién es capaz de bordar una mortaja más hermosa. Y, al que no lo reconozca, que se lo coman los tiburones de Fukushima.