FC Barcelona

El triunfo del fútbol y el del control de las emociones

Guardiola trabajó tanto lo deportivo como lo psicológico porque la sobremotivación en el vestuario podía acabar siendo perjudicial Los azulgrana superaron con nota la guerra de declaraciones cruzadas

Barcelona Actualizado: Guardar
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No importa que el Barça todavía no haya conquistado la Liga de forma matemática ni que su próximo rival sea el Espanyol, que el domingo saldrá con el cuchillo entre los dientes en el derbi del Camp Nou, todavía dolido por el 1-5 de Cornellà-El Prat y con opciones de entrar en Europa. Pese a la nueva batalla que se avecina, Pep Guardiola premió a su plantilla con dos días de fiesta tras consumar la clasificación para la final de la Liga de Campeones que se disputará en Wembley el 28 de mayo. Será el descanso de los guerreros después de casi tres semanas durísimas física y mentalmente, con cuatro clásicos que han desgastado a los jugadores emocionalmente por todo lo sucedido dentro y fuera del campo.

De hecho, el último Barça-Madrid todavía se prolongará unos días más, con una nueva serie de quejas y lamentaciones en el club blanco bajo el dictado de José Mourinho y la batuta cada vez más evidente de Florentino Pérez, pero ahora ya no influirá en el estado de ánimo del equipo azulgrana. Aunque la maquinaria mediática merengue ha vuelto a funcionar a la perfección para tapar el fútbol mezquino en estas semifinales de la que posiblemente es la mejor plantilla del mundo, en el Camp Nou ya no prestan atención.

Los jugadores saben que en Wembley estará el equipo que se lo ha merecido, igual que felicitaron en Mestalla al que mereció ganar la Copa del Rey. Como dijo Xavi a modo de resumen, «ha ganado el fútbol», curiosamente el titular elegido por el prestigioso diario deportivo francés 'L'Equipe' en su portada. Al aficionado culé casi le produce risa ver al Madrid agarrarse a la expulsión de Pepe en la ida o a una jugada tan confusa como la del martes en el Camp Nou, quizás una nueva situación en el mundo del fútbol que merecerá un anexo en el reglamento.

Lo último en este conflicto que ha superado lo meramente deportivo han sido las críticas desde algunos sectores a la celebración del Barça en el césped del Camp Nou, con un círculo de jugadores y técnicos en el centro del campo, una vuelta de honor y el pasillo de técnicos y auxiliares a los jugadores en el momento de su retirada a los vestuarios. Y siempre bajo las indicaciones de Guardiola. No se estaba festejando un título, pero lo pareció. Voces del vestuario azulgrana revelaron que fue la forma de agradecer a la afición el entusiasmo con el que afrontaron la semifinal 2009-10, cuando el barcelonismo vivió su movilización más importante en busca de la remontada ante el Inter de Mourinho, que en Milán había ganado 3-1. Al final no bastó el 1-0, gol de Piqué, pero no hubo ni una mala palabra para nadie y el Camp Nou despidió a sus jugadores con una ovación. Guardiola se sintió en deuda, como dijo en la fiesta del título del Liga hablando micrófono en mano a un Camp Nou lleno con 98.000 espectadores en la grada. «¡Os debemos una porque el sábado tendríamos que estar en un sitio en el que no estaremos!», dijo, refiriéndose al Santiago Bernabéu, donde el Inter acabó ganando el título frente al Bayern. El entrenador ha cumplido con su palabra: el Barça vuelve a una final de la Liga de Campeones. Pero el de Santpedor nunca imaginó que el camino iba a ser tan complicado...

Muy crispados

Los jugadores del Barça se han sentido indefensos en este póker de clásicos, atrapados en una estrategia diseñada desde hace mucho tiempo por Mourinho. No les sorprendió porque todos sufrieron al portugués el año pasado ante el Inter y hace más tiempo, los más veteranos, contra el Chelsea. El entrenador del Madrid no ha cambiado con el paso de los años. Al contrario. Ha radicalizado sus mensajes quizás al advertir que le surten efecto. La permisividad arbitral de Muñiz Fernández, en el 1-1 de Liga, y de Undiano Mallenco, en el 0-1 de Copa, les sacó de quicio. Hubo un amplio abanico de pisotones sin balón, entradas durísimas, siempre protestadas, y hasta unos coscorrones que después de otras acciones más violentas ya se recuerdan con simpatía. Aunque el arbitraje europeo suele ser menos contemplativo, los jugadores recibieron la orden de limitarse a hacer el fútbol que saben, sin entrar a ningún trapo. Así ocurrió en el 0-2 del Bernabéu, donde Pepe no supo controlar su agresividad, no siempre deportiva. Pero se encontraron con una denuncia de Madrid por fingir faltas y agresiones. Por ejemplo, Pedro, derribado y obstaculizado por Arbeloa hasta en cuatro ocasiones cuando ha quedado como el malo de la película por simular un golpe en el rostro en la quinta o sexta obstrucción sin ánimo de jugar el balón.

El vestuario azulgrana estaba muy crispado de cara al encuentro de vuelta, algo parecido a lo sucedido con el arbitraje de Benquerença en San Siro el día de aquel 3-1 favorable a Mourinho, que ya le habló a Xavi de Ovrebo tras aquel encuentro. La sobreexcitación no favoreció entonces al Barça pese a jugar casi todo el partido contra diez por la expulsión de Motta. Por eso Guardiola trabajó esta vez como nunca en la mente de sus jugadores. «Nos van a pegar y nos vamos a aguantar» (31 faltas hizo el Madrid, récord en la presente edición); «que el partido no lo lleven a su terreno de ida y vuelta», «tocar y tocar»... Al final salió bien, pero solo en la intimidad del vestuario se conocen todos los sentimientos experimentados. Por eso Guardiola quiso que recibieran el premio del aplauso, el de la afición y el propio. No fue la celebración de un título. Solo la exteriorización de la alegría por eliminar al eterno rival como equipo y al entrenador más odiado. Ya lo dijo Xavi cuando el Madrid fichó al técnico luso antes del pasado Mundial: «Mourinho nos motivará aún más». Pues eso.