La casa de Abbottabad en Pakistán, donde fue localizado y abatido Bin Laden. Debajo, algunas de las estancias con restos de sangre y alimentos. :: AFP
MUNDO

EE UU hace justicia por el 11-S

El líder de Al-Qaida empleó a una de sus mujeres como escudo para protegerse de las balas durante el asalto a su esconditeUna delación permitió detener a Osama bin Laden en su búnker de lujo en Pakistán

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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La narrativa del tirano cobarde y humillado que persigue a los enemigos públicos de Estados Unidos para la historia volvió a cumplirse esta vez. Si George W. Bush encontró a Sadam Hussein arrastrándose como un gusano en su madriguera, Barack Obama acaba de desmontar la imagen del héroe de Al-Qaida con algo todavía peor. Osama bin Laden no era un mártir que dirigía la guerra santa contra los invasores infieles desde una cueva de Afganistán, «sino que vivía en una mansión de lujo, alejado cientos de kilómetros del frente», explicó ayer el consejero de Seguridad Nacional John Brennan. Y, encima, utilizó a una de sus esposas como escudo humano cuando se encontró cara a cara con la muerte.

Era el premio gordo de una operación que EE UU no tuvo clara hasta el final. Fuentes de seguridad nacional hablaban de un 60% o 70% de posibilidades de que en el interior de la mansión atacada se encontrase el máximo líder de Al-Qaida. Y la sombra de la fallida maniobra con la que el presidente Jimmy Carter intentó rescatar a los rehenes de la Embajada estadounidense en Teherán planeaba sobre los temores de todos. Por suerte, esta vez los cuerpos de élite actuaron con una eficacia de guión de Hollywood.

La única mujer que murió en la calculada operación fue una de las cuatro personas que acompañaron a Bin Laden al más allá, junto con uno de sus hijos adultos y los dos hermanos propietarios oficiales de la fortaleza. Brennan admitió que no queda claro si la mujer «se puso delante (de Bin Laden) voluntariamente o la colocó él o su hijo». Las imágenes de un dormitorio de matrimonio ensangrentado que ha difundido la cadena ABC revelan el escenario más probable de la muerte de Bin Laden, un mito que ha marcado a toda una generación de jóvenes a ambos lados del planeta.

La pista del mensajero

Los helicópteros de los cuerpos Seal aterrizaron el domingo por la noche hora local en la mansión que la CIA descubrió en agosto pasado, tras años siguiéndole la pista a un mensajero de Bin Laden. A este correo lo había delatado un detenido, pero solo supo dar su alias. Una intensiva vigilancia y el enorme cuidado que ponía este individuo y la organización en ocultar sus pasos convencieron a la CIA de que se trataba de uno de los pocos hombres en los que confiaba el líder terrorista. Pronto quedó claro que aquel obrero de la construcción y su hermano no tenían ingresos para justificar la multimillonaria residencia que, a juicio de los analistas, parecía construida a medida de aquellos a los que más buscaban.

La última morada de Bin Laden se encontraba a solo 56 kilómetros de la capital paquistaní, cerca de una importante base militar y en un barrio de clase media alta en el que abundan los militares en activo y retirados. «Es evidente que no pudo vivir en el país durante tanto tiempo sin tener una red de apoyo», determinó el portavoz de la Casa Blanca Jay Carney. «Estamos hablando con el Gobierno de Pakistán para evaluar cuál era esa red de apoyo». Islamabad, que se precia de sus fuentes de inteligencia, ha negado rotundamente en varias ocasiones que Bin Laden pudiera estar en su territorio. Esta vez Washington decidió no compartir con el Ejecutivo paquistaní al que ha proporcionado millones en ayudas la pista clave que le llevó hasta el líder de Al-Qaida, y ni siquiera le informó de la operación hasta que todos los helicópteros estuvieron fuera del país. Detrás dejaban una fortaleza en llamas en la que Bin Laden se ha estado ocultando a plena luz.

Desde la primera vez que la vieron los analistas de la inteligencia estadounidenses se quedaron impresionados. «Era ocho veces el tamaño de cualquier casa de la zona y estaba construida con el evidente propósito de albergar a alguien muy valioso: tenía un muro de entre cuatro y seis metros de altura coronado por una alambrada, tres pisos pero pocas ventanas al exterior y acceso restringido por dos garitas. En lugar de dejar la basura fuera para la recolección, como el resto de sus vecinos, la quemaban, y pese a costar un millón de dólares no tenía teléfono, ni Internet ni había móviles en su interior».

Obama dio la orden de ataque el viernes por la mañana, mientras el mundo seguía fascinado la boda real británica. Dos días después, habitación por habitación, los soldados de elite registraron la casa hasta llegar al tercer piso, donde encontraron a su objetivo. La cúpula del Gobierno estadounidense seguía la operación en tiempo real a través de una tecnología que el consejero antiterrorista del presidente prefiere no delatar. El objetivo ideal, contó, era capturar al líder terrorista con vida, «pero ya habíamos calculado que presentaría resistencia». Vivo o muerto, era importante contar con el cuerpo para verificarlo. «Por eso no podíamos bombardear la fortaleza», explicó el asesor. Sin tener claro si Bin Laden estaba dentro, no habrían dispuesto de suficientes pruebas para atestiguarlo. Sin embargo, en esta operación quirúrgica de apenas 40 minutos una de las esposas del jefe de Al-Qaida, que como el resto de los moradores se encuentra bajo custodia, identificó el cadáver.

Muestras de ADN

«Hemos hecho todo lo necesario para que nadie pueda decir que no era él», advirtió Brennan. Sin embargo, el cadáver de Bin Laden fue lanzado al mar después de ser trasladado hasta Afganistán en helicóptero. Las prácticas islámicas requieren que el cuerpo se sepulte en las 24 horas posteriores al fallecimiento y, según fuentes oficiales, encontrar un país dispuesto a acoger el entierro del líder terrorista parecía demasiado complicado, además de que se quería evitar convertir en lugar de enterramiento en foco de peregrinación.

Estados Unidos dispone no solo de muestras de ADN y otras partes del cuerpo vitales para la identificación de Bin Laden, sino de fotografías cuya distribución «tiene que ser evaluada». El cadáver y el mito han sido destruidos para siempre, pero no las evidencias que garantizan la primera gran victoria de EE UU en la guerra contra el terrorismo global.