Adocenados
Actualizado: GuardarEn el ranking de las mejores universidades del mundo que anualmente elabora Quacquarelli Symonds en colaboración con el Times Higher Education Supplement, sólo las de Granada (en el puesto 451, con una valoración de 23.48 puntos sobre 100) y Sevilla (501, 19.83) compensan ligeramente la ausencia de representación andaluza. Ni una sola española figura entre las cien primeras, y, de entre las restantes, únicamente la Universidad de Barcelona (148, 54.28) aparece dignamente posicionada en la lista. No es de extrañar. Basta cursar un año académico, pongamos como ejemplo, en la facultad de Filosofía y Letras de nuestra capital (en mi caso fue un máster de posgrado, pero me consta que las enseñanzas de primer y segundo ciclo se resienten de las mismas carencias) para reparar en la planicie mental de la que adolece buena parte de su profesorado, un equipo docente enfermo de nepotismo y autocomplacencia, ensimismado hasta el límite del ridículo en el estudio de la cultura local (especialmente en las áreas de Filología e Historia), y que sustenta su programa lectivo en la reproducción mecánica de presentaciones audiovisuales más apropiadas para bachilleres, confundiendo de plano la innovación académica con el uso testimonial de la tecnología más básica y trapacera. Acomplejados por su mediocridad, estos docentes se han atrincherado en un sistema de todo punto endogámico, reaccionario a cualquier manifestación de autonomía intelectual, sobre todo si ésta proviene del exterior. Conozco a valiosísimos profesores universitarios residentes en la provincia de Cádiz que han visto vetado su acceso a los departamentos por su mera condición de foráneos, en una facultad cuyos mejores activos se encuentran, paradójicamente, entre los profesores extranjeros de idiomas vinculados al Centro Superior de Lenguas Modernas. (Y de aquellos polvos, estos lodos: uno ha tenido que oír de labios de un señalado 'doceañista' ciertas afirmaciones de índole fascistoide formuladas con la mayor frivolidad moral e intelectual, afirmaciones que refutaban arbitrariamente determinadas realidades históricas corroboradas por tribunales de justicia internacionales, y cuyo solo cuestionamiento público -más, si éste se lleva a cabo de manera tan burda como indocumentada- constituiría un hecho punible en varios países de Europa.) Un elenco dramático, en fin, empeñado en restaurar el sentido arcaico de la palabra 'universidad' en su acepción más huraña: la que alude al 'conjunto de personas que forman una corporación' (un gremio, diría yo), subvirtiendo los valores que todos asociamos a la institución académica y reemplazando la pluralidad ideológica que se le presupone por el discurso único y excluyente de sus militantes.