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FIRME OLIVA SOTO

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Salió frenándose y derrotando a la defensiva el primero de los seis toros de Alcurrucén. Ése fue el chasco de la feria, y el primero de la tarde pero no el último. El segundo hizo bueno al primero porque se sacudió los engaños como si le estorbaran. El tercero era de una de las cantadas reatas de músicos de sangre Núñez. Un toro Guitarra que fue tan dije como el primero. Cabía en los engaños mejor que ninguno, pero no llegó a meterse del todo en ellos.

El escaparate de esos tres primeros alcurrucenes era pura golosina. Oliva Soto se salió con el capote desde la segunda raya hasta no la boca de riego sino la raya de enfrente. Lances de manos altas. Pero parecieron un exceso tantas zancadas para ganar pasos. El toro tuvo un engañoso galope e hizo amago de escarbar. Tres picotazos de blandear, un quite por chicuelinas algo chuscas de Rubén Pinar y al tajo Oliva Soto, que creyó en el toro y lo brindó. No tardó ni tres pases en cantar la gallina. El toro estaba loco por irse y al fin tomó la senda de toriles. Un pinchazo que los capotes de brega fueron ahondando y, cuando se tragó la espada el toro, sonó un aviso.

Pinar abrió con el segundo en tablas con tres tandas de muletazos de dos. Se salió a las rayas pero no sería la manera de colocarse. Y el toro se puso enseguida a buscar caras por los tendidos. En un extraño, se le metió por dentro al torero de Tobarra, le pegó un derrote seco y lo desarmó. Después de un pinchazo bueno, Rubén cobró una excelente estocada. El toro no dio sensación de peligro.

Fácil, Miguel Tendero le pegó con la izquierda una tanda aceptable pero de brazo rígido. Así estaba de mustio el patio cuando apareció un cuarto de precioso remate. Corto de manos, galopó. Con el capote Oliva Soto optó esta vez no por recorrer metros sino justo lo contrario. Casi en un palmo dibujó dos lances rodilla en tierra, tres o cuatro delantales de desplazar y una larga garbosa. Algo precipitado el recibo. Y durísimo un primer puyazo de uno de los Quinta, de Gerena. El toro aguantó la sangría, en banderillas levantó los pies a Óscar Reyes, que se gustó y arriesgó a toro cerrado, y en la muleta vino a ser, como bien se previó, el toro de la tarde.

También tuvo emoción la faena de Oliva Soto, que, al hilo y al toque, como tanto gusta en Sevilla, tragó paquete, se ajustó, aguantó dos ataques imprevistos sin descomponerse, ligó en el sitio hasta cuatro tandas con la diestra de buen trazo en la media altura, y abrochó la mejor de ellas con un desplante de inspirada gitanería. Fue el momento más bello de la corrida. Estaba todo hecho, pero Oliva se emperró en torear con la zurda. Por ahí no quiso el toro al toque y se sucedieron los enganchones. Un pinchazo, una excelente estocada. Casi una vuelta al ruedo. Al toro le tocaron en el arrastre las palmas.

Y enseguida volvieron a pintar bastos. El quinto vino cruzado. La gente pidió a Rubén que montara la espada. Otra estocada buena. El sexto echó las manos por delante, empezó punteando los engaños y se fue cada vez más suelto. Fue, pese a llevar alta la cara, toro noble.